Bipartidismo 2: ahora es personal

Con el país sumido en el lodazal ábaloscerdánico, otra palada de estiércol. Extra, extra: Cristóbal Montoro, paladín de la austeridad, podría haber utilizado el Ministerio de Hacienda (chiquito instrumento) para beneficiar a las empresas que contrataban los servicios de su consultora. Ah, la amnistía fiscal, ¡qué tiempos! Tierna compasión con la evasión de capitales y familias desahuciadas por "haber vivido por encima de sus posibilidades".

Según leo, la Unidad Anticorrupción de los Mossos calcula que los tejemanejes del señor exministro habrían ahorrado dos mil doscientos millones a sus clientes. Lo escribo con letras para que quede holgado en la página. Minucias, ¿verdad? ¿Qué podría haber hecho el Estado, en un momento de extrema necesidad económica, con dos mil doscientos millones de euros? Me imagino el barrunto en la mollera montoril: hay que salvar a las corporaciones multimillonarias, que son las que crean empleo. ¡El empresario es el que se arriesga! Ejem. En esta casa somos antipunitivistas de primera hora, y, desde nuestra modestísima columna, jamás alentaríamos la recuperación de tormentos cruelísimos que, felizmente, quedaron enterrados en el pasado…, pero algún juramento en arameo sí que me permitiré.

Descartada la guillotina (¿verdad?), me reconfortaría que la señoría a la que le toque en suertes este juicio considerase no solo el perjuicio económico que semejante sabandija podría haber ocasionado al conjunto de los ciudadanos, sino el daño que la corrupción a estas alturas del organigrama hace al Estado de derecho. Porque miren: hasta los más convencidos vamos a pagar la cuota de autónomos de este mes cagándonos en la sostenibilidad de las pensiones.

Para sorpresa de nadie, los unos no han tardado ni un segundo en pedir el certificado de notas de los otros, porque el "y tú más" no se desactiva ni habiéndote pillado con el carrito del helado

Al calor de estas revelaciones, la liberalísima Cayetana Álvarez de Toledo ha aprovechado las flexibilidades horarias del empleo público para salir a arengar, con esa flema monocorde que solo se aprende en los colegios de pago, a las gentes de orden: lo mismo hay que sacrificar sueldo y vacaciones para financiar el esfuerzo de guerra. Maravillosa idea: si vamos a renunciar a derechos adquiridos, yo empezaría por anular la propiedad privada y decomisar las segundas residencias, las inversiones inmobiliarias, las habitaciones del servicio y el excedente de armario y joyas de los patriotas de este mundo para calmar las insaciables tragaderas de la OTAN. La medida fascinará a la presidenta Ayuso, que como no tiene nada suyo se ha tenido que ir a veranear a una propiedad de la Comunidad de Madrid. En su defensa, Isabel asegura que se llevó el tupper preparado de casa y que todo obedece a los tejemanejes de la dictadura comunista que nos oprime. Con la misma excusita, y una fiambrera llena de filetes empanados, pienso plantarme el martes en el palacio de Marivent: ya les contaré la aventura.

Para terminar este revival de los grandes éxitos del bipartidismo, esta semana ha dimitido una diputada del pe pé porque, contrariamente a lo que aseguraba su currículo, la moza tiene menos papeles que una liebre. La pirueta ha sido de campeonato: "yo he dimitido, no como otros…", honoris causa en caradurismo. El terremoto se ha sentido lejos, y no hay mascachapas a sueldo de un partido que no esté ambigüeando su titulación en Administración de Empresas. Licenciado no, pero chico, ¡la de horas que pasé en la cafetería! Para sorpresa de nadie, los unos no han tardado ni un segundo en pedir el certificado de notas de los otros, porque el "y tú más" no se desactiva ni habiéndote pillado con el carrito del helado. La bronca le ha dado vidilla al ministro de Transportes, señor Óscar Puente, quien se ha entregado al Twitter como un descosido para ridiculizar las invectivas de la oposición. Reconozco que en el partido de la cualificación y la meritocracia no logren juntar más de media docena de certificados escolares y dos etiquetas de Anís del Mono me hace muchísima gracia, pero da bastante vergüencita que un ministro del Gobierno de España no tenga mejores ocupaciones que repartir zascas para gozo de su parroquia. Más, cuando no hay semana en la que no se te pare un tren en mitad de la nada.

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