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El PP busca ya relevo para Mazón, el PSPV aprobará sus Presupuestos y Compromís pasa al ataque

A la carga

La que se avecina

El domingo 21 de julio de este año envié un artículo a infoLibre. Estaba tan convencido de que las negociaciones entre PSOE y Podemos fructificarían que escribí el texto dando por supuesto que el gobierno de coalición se cerraría en los días siguientes. Hice como esos autores que escriben una necrológica cuando aún está vivo el homenajeado, pero al revés, pues aquí se trataba de celebrar la coalición suponiendo que estaba a punto de nacer. Cuando vi que la coalición abortaba, le pedí a Manuel Rico, lógicamente, que no sacara el artículo. Movido por el entusiasmo, me había apresurado. He releído el texto de julio y creo que ha llegado el momento de sacarlo del disco duro. Lo más divertido es que el desarrollo de los acontecimientos no me ha obligado a cambiar ni una coma. Como ya han señalado muchos, estos casi seis meses de parálisis han sido una pérdida de tiempo y una irresponsabilidad política. Aquí va lo que escribí entonces, sin alterar nada. Esperemos que esta vez no haya nuevos contratiempos y en la votación de investidura Sánchez consiga los apoyos precisos para formar gobierno de una vez.

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En la primavera de 2015 Podemos era un partido con una fuerza enorme y el PSOE se encontraba aún inmerso en una profunda crisis de credibilidad como consecuencia de su papel en la crisis económica. La desconfianza habitual entre los partidos de izquierda era palpable: Podemos aspiraba a superar al PSOE y no resultaba inimaginable en aquellos momentos que incluso pudiera ganar las elecciones; el PSOE, por su parte, trataba de sobrevivir, rechazando la impugnación del “régimen del 78” que proponía la nueva izquierda.

En aquellos momentos, unos pocos propugnamos la necesidad de un entendimiento entre Podemos y PSOE a todos los niveles posibles. Así lo escribí en varios artículos en infoLibre y tintaLibre. El argumento principal era que había fuertes complementariedades entre los dos partidos. Podemos venía con un empuje enorme, había conseguido movilizar a buena parte del voto joven desencantado con la crisis y encarnaba el espíritu de renovación y cambio del 15-M. Sin embargo, no tenía experiencia de gestión, sus líderes dominaban la comunicación política pero no tenían mucha idea de gestión o políticas públicas. El PSOE parecía desfondado, pero contaba con una larga experiencia de gobierno y una red amplia de gente muy preparada y con un gran conocimiento del funcionamiento de la Administración. Si se juntaban los aspectos positivos de ambos partidos, podía surgir un gobierno que empezara a cambiar las cosas en la dirección necesaria.

Luego vinieron las elecciones de 2015, el desencuentro entre los dos partidos, las elecciones de 2016, la abstención de casi todo el grupo parlamentario socialista para permitir que Mariano Rajoy gobernara, la defenestración de Sánchez y las purgas internas en Podemos. Parecía que era del todo imposible que se consumara alguna forma de cooperación entre los dos partidos. No obstante, las cosas comenzaron a cambiar con la moción de censura de junio de 2018, cuando Podemos y los partidos nacionalistas vascos y catalanes apoyaron a Pedro Sánchez para que este formara un gobierno en minoría. Después se consiguió un acuerdo amplio sobre los presupuestos, aunque estos no llegaron a aprobarse (es difícil saber si el PSOE quería nuevos presupuestos o prefería ir a elecciones, pues hizo coincidir la votación con el inicio de la “causa especial” en el Tribunal Supremo contra los líderes del independentismo catalán).

Tras las elecciones del 28-A parecía que la posibilidad de un gobierno de izquierdas se alejaba. El presidente Sánchez realizó una gestión errática y negligente de la investidura durante semanas. Algunos analistas comenzaron a notar los parecidos con la inacción de Rajoy tras las elecciones de diciembre de 2015. Sin embargo, en el último momento las cosas se enderezaron y ya tenemos el primer gobierno español de coalición desde la muerte de Franco. Ha costado un tiempo que los partidos maduraran, pero finalmente lo han conseguido.

La oportunidad es única. Si el gobierno logra mantenerse unido varios años, se habrá cerrado la fase de inestabilidad que España ha vivido entre 2015 y 2019 (tres elecciones generales y una moción de censura, casi nada). Por supuesto, los obstáculos van a ser colosales. Con una derecha dividida y recalentada por el nacionalismo español excluyente, la oposición al nuevo gobierno duplicará o triplicará los decibelios de la estrategia de la crispación que siguió el PP contra Zapatero durante su primer mandato. No hay que emplear grandes dosis de imaginación: desde el primer momento se intentará instalar la idea de que regresa el “Frente Popular” del 36, que la izquierda es guerracivilista, que el gobierno representa los intereses de la anti-España, que la izquierda provocará una nueva crisis económica, que el nuevo gobierno quiere negociar con los catalanes poniendo en riesgo la unidad nacional, etc., etc., etc. La presencia de Podemos en el ejecutivo excitará las pasiones más bajas de la derecha.

A su vez, será extraordinariamente difícil mantener cohesionado el gobierno. No sólo los ministros, sino los dos partidos que apoyan al ejecutivo tendrán que evitar mensajes disonantes. Tendrán que hacer un esfuerzo extra entre todos para mantener las divergencias internas, que las habrá, fuera de los focos mediáticos, y establecer relaciones de confianza y cooperación.

En realidad, si descontamos todo el ruido que la oposición y los medios van a provocar, el papel más difícil corresponde al PSOE y a Podemos. Es evidente que, por mucho poder orgánico que haya concentrado Sánchez, hay sectores importantes del PSOE que abominan de la coalición y aprovecharán las meteduras de pata de Podemos, que las habrá, para pedir un cambio de alianzas. Asimismo, dentro de Podemos los incumplimientos y las renuncias, que las habrá, llevarán a los más puristas a renegar del entendimiento con el PSOE.

A pesar de tantos problemas, inevitables sobre todo ante una experiencia inédita como esta, el desafío merece la pena. Sin necesidad de generar grandes expectativas, si el nuevo gobierno y los grupos parlamentarios que lo apoyan consiguen corregir las situaciones más lacerantes en el mercado de trabajo, desatascar el problema catalán, recuperar las inversiones en investigación y desarrollo, aprobar la ley de eutanasia y revertir las medidas más regresivas del PP, como la “ley mordaza”, España habrá dado un paso adelante importante. Esperemos que no lo estropeen.

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