Cuando queríamos ser indios Aroa Moreno Durán
Hay leyes que conviene no olvidar: las de la física, las del deseo y las de la negociación son algunas de las más relevantes. Entre estas últimas, la primera dice: no pidas al otro nada que no pueda dar. Y la segunda recuerda: no te comprometas a nada que no puedas cumplir o que no esté en tus manos hacer. Junts y PSOE, urgidos por la necesidad, han desobedecido las dos. Ahora el destino les une en la impotencia.
Veamos los motivos. A los independentistas catalanes se les están complicando las cosas. La amnistía a Puigdemont no acaba de materializarse, no tienen forma de vender nuevos éxitos a su electorado y Aliança Catalana les muerde cada vez más votos en las encuestas, recogiendo, en buena medida, la frustración que generó el procés.
Llegados a este punto, los de Puigdemont han decidido que es hora de dar otro aviso –el enésimo–, advirtiendo de la posibilidad de romper con el Ejecutivo. Incluso se ha filtrado a la prensa que lo que pueden decidir este lunes es el anuncio de una consulta a la militancia para que sea ella quien decida. Me mata la curiosidad de conocer cómo se formulará la pregunta. Quizá opten por un lacónico: “¿Quiere usted que Junts deje de apoyar al Gobierno de España? Si es así, por favor, que alguien les pregunte qué es exactamente lo que tienen que dejar de apoyar.
Como es bien sabido, Junts no forma parte del Gobierno de coalición. Sus apoyos parlamentarios han zigzagueado al ritmo de los remates de las negociaciones de último minuto, y hace mucho que dejaron de ser garantía de estabilidad para el Consejo de Ministros. Recuerden el voto negativo de los catalanes al decreto antiapagones, por ejemplo. Así las cosas, ¿qué es lo que tienen que romper? Hay quien dice que pueden declarar, solemnemente, alto y firme, que no van a negociar ya ninguna medida con el Ejecutivo. ¿De verdad van a irse voluntariamente a la irrelevancia? Justamente la gran baza de quien no gobierna es su capacidad de influencia; Junts lo sabe y la ejerce. Sería pegarse un tiro en el pie renunciar a ella.
Bien es cierto que en situaciones de impotencia y desesperación, un ser herido es capaz de reaccionar de cualquier manera
Desde el momento que Sánchez anunció que presentaría unos Presupuestos Generales del Estado pero que su eventual derrota parlamentaria no supondría un adelanto electoral, sus apoyos en el Congreso perdieron capacidad de influencia y negociación. Así las cosas, los de Puigdemont sólo tendrían una salida: sumarse a una moción de censura –siquiera instrumental, con un candidato pactado para convocar elecciones inmediatamente– junto a Vox y el Partido Popular. ¿Creerá Puigdemont que esto facilitaría que se le aplicara la amnistía? Parece complicado. ¿Podría estar negociando un indulto con un futuro gobierno de los populares? Si hay algo de eso, no ha trascendido, por lo que no deja de ser mera especulación y política ficción. Apoyar esa moción de censura sería una operación suicida, pero bien es cierto que, en situaciones de impotencia y desesperación, un ser herido es capaz de reaccionar de cualquier manera, incluso contra sus intereses, y nunca falta quien recuerda aquello de que “cuanto peor, mejor”.
Esa impotencia de Junts tiene su reflejo también en un PSOE que negoció y acordó asuntos que no puede cumplir porque no están en sus manos. Los socialistas se están moviendo para que la Unión Europea reconozca el catalán, el gallego y el euskera como lenguas oficiales, pero por mucho que incrementen la presión, la decisión no es suya. Esta semana se ha visto cómo celebraban que el alemán Merz se abriera a “dialogar” sobre el tema, para tener que escuchar después de boca de un portavoz del Gobierno alemán que no han cambiado de posición y que un acuerdo así supondría la reforma de los Tratados de la UE. Jarro de agua fría en apenas unas horas.
Por otro lado, la aplicación de la amnistía a Puigdemont está ahora en el tejado del Tribunal Constitucional. ¿Qué más puede hacer el Gobierno? Y finalmente, la emigración, con Junts mirando a su derecha (Aliança Catalana) y el PSOE a su izquierda (ERC, Podemos, Sumar…). La cesión de competencias en inmigración pone a los socialistas frente al dilema de seguir empujando en esa dirección y avalar de esa forma un discurso manifiestamente racista de Junts que asume postulados de Aliança Catalana, lo que complica al PSOE sus acuerdos con las fuerzas de izquierdas.
Así las cosas, socialistas e independentistas catalanes están unidos por la impotencia de no poder hacer nada más para forzar al otro sin dañar los intereses propios. Es lo que tiene desoír las leyes de la negociación.
No obstante, siempre pueden entrar en juego otros elementos y, donde hoy se ve un ultimátum, pueden aparecer nuevas “carpetas”, como gusta decir a Puigdemont para referirse a su tabla de exigencias. Finalmente, nunca debe descartarse del todo que la tendencia suicida cabalgue a lomos de la desesperación.
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