Vivimos en la mentira Baltasar Garzón
... Sin casa
Hace unos días, mi amigo Pedro Zuazua me invitó a acompañarle en la presentación de un libro estupendo que acaba de publicar, se llama Utopías urbanísticas y en él hace un recorrido fascinante por las colonias históricas de Madrid. Es un relato de arquitectura y urbanismo, pero es sobre todo un relato de historias, de paisanaje, de vidas que transcurrieron dentro de viviendas peculiares que si lo eran entonces, en el proyecto y en el arranque, lo son más aún hoy en el relato y en el recuerdo.
Las colonias tienen una personalidad estética tan singular que hacen especialmente atractivo el paseo periodístico al que nos invitan Zuazua y David Expósito, cámara en mano. Pero, en realidad, en cada casa, grande o pequeña, lujosa o humilde, hay una novela. Podríamos contar la vida de cada uno de nosotros escudriñando los rincones de ese "edificio para habitar" que es refugio, intimidad y descanso, pero también escenario de vida. La casa es el primer espacio que conocemos con detalle y probablemente el último que olvidamos…
Llegan días de exaltación del concepto: volver a casa, abrir tu casa, reunirte en casa, aislarte en casa porque no tienes el cuerpo para fiestas… Y aunque nos inunde los corazones el consumismo feroz, las navidades siguen siendo casa y no hay iluminación municipal que pueda competir con ese collage luminoso que forman los cuadraditos de luz en los edificios donde vive gente, esos destellos de historias felices o desgraciadas, dulces o terroríficas.
“El problema de la vivienda" es el estribillo más hiriente de nuestro tiempo y el drama va mucho más allá de la economía
En días tan caseros, siempre hay gente sin casa. Algunos la tuvieron y la perdieron, quien dice casa, dice familia… Y cómo no pensar en quienes dos meses después de que la dana golpeara sus cimientos, siguen con la vida metida en cajas y sin poder entrar en casa.
"El problema de la vivienda" es el estribillo más hiriente de nuestro tiempo y el drama va mucho más allá de la economía. La imposibilidad de llenar un espacio, por pequeño que sea, con tu propia historia, es un vacío que no puede valorarse en euros ni medirse en metros cuadrados.
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