La 'happycracia' del acuerdo

Escuché hace un tiempo una charla del psicólogo Edgar Cabanas, autor junto a la socióloga Eva Illouz del libro Happycracia, en la que afirmaba que el discurso de la felicidad que nos vende la industria es simplista porque nos hace creer que, si nos lo proponemos, todos podemos alcanzarla. Algo que genera expectativas irreales porque cada persona, obviamente, parte de una situación diferente. Las recetas de brocha gorda, decía, no resuelven problemas.

No ha habido grandes sorpresas en el acuerdo al que han llegado PSOE y Sumar. De una coalición progresista se esperan propuestas progresistas. Escenificando una clara sintonía —querido Pedro, le llamó ella—, Díaz y Sánchez presentaron 230 medidas de marcado carácter social que incluyen la subida del salario mínimo interprofesional, la reforma del despido, la ampliación de los permisos de maternidad y paternidad, la emergencia climática o la revisión de los impuestos a la banca y a las empresas energéticas. Propuestas sociales y económicas destinadas a incrementar el gasto en políticas públicas o reducir la desigualdad. Poca discusión puede haber si de lo que se trata es de avanzar hacia una sociedad más justa y democrática. Pero si hay algo que llama la atención es la falta de concreción en algunas de las propuestas: ¿cómo se llevarán cabo? Cuesta encontrar la respuesta en las 48 páginas que las recogen. 

La medida estrella -y, según ambos partidos, principal escollo en las negociaciones— es la reducción de la semana laboral a 37 horas y media. Al contrario que muchos de nuestros vecinos europeos, España lleva cuarenta años anclada en la jornada diaria de trabajo de 8 horas. La propuesta es excelente. No conozco a nadie que no haya fantaseado con aquello de trabajar menos para vivir mejor. Los estudios señalan, a pesar de las afirmaciones agoreras de algunos sectores, que la productividad no solo no cae en picado sino que incluso mejora. Pero si no se tapan los agujeros que ya existen, como la falta de inspecciones laborales, puede convertirse en un coladero de irregularidades. ¿Qué pasará, por ejemplo, con la gente a la que obligan a trabajar más horas de las que firmó en su contrato? Para aprobar esta reducción que, por cierto, ya recogen algunos convenios laborales, se necesita hacer una reforma legislativa a la que Junts y el PNV —tradicionalmente alineados con las patronales— tendrían que dar el visto bueno. Habrá que verlo.

El acceso a la vivienda es uno de los mayores problemas que tiene España en la actualidad: por los desahucios y por los precios desorbitados. La ley (que las comunidades de la derecha se niegan a aplicar) no evita que, por ejemplo, se lleguen a pagar hasta 1.100 euros por una habitación en Barcelona, convertida en la urbe con el alquiler más caro del país. Una situación que expulsa a los vecinos y vecinas de sus barrios, convertidos en lugares que de gentrificados son inhabitables. Ciudades, cada día, más hostiles. Por eso, las medidas propuestas en el proyecto de la coalición que se presentó el pasado lunes resultan, cuanto menos, insuficientes: no especifican plazos ni los recursos que se destinarán a ellas. Tampoco recoge el pacto qué pasará con las miles de familias que reciben las ayudas del escudo social, que finaliza el 31 de diciembre, y que corren el riesgo de quedarse sin un techo bajo el que dormir.

Durante la presentación, Yolanda Díaz dijo que quiere un feminismo para el 99%. Y lo cierto es que la igualdad atraviesa la mayoría de las propuestas: desde la generación de empleo con perspectiva de género al compromiso contra la violencia machista. Pero no abre el melón de los grandes debates que hay dentro del movimiento y de la propia coalición como la pornografía, los vientres de alquiler o la prostitución. Nancy Fraser, la filósofa que acuñó el término Feminismo del 99%, dijo que había surgido como reacción a la "peligrosa relación" que cierto feminismo comenzaba a tener con el neoliberalismo. No se me ocurre nada más neoliberal que la compra y venta del cuerpo de las mujeres como si fueran mercancía barata. Una industria que, no lo olvidemos, mueve millones de euros al día. 

Si Sánchez renueva su condición de presidente del Gobierno, la legislatura no será un camino de rosas. Es la España plural que la ciudadanía ha elegido. Se necesitará huir de brocha gorda y tirar de trazo fino para seguir avanzando en derechos sociales

El pacto programático no detalla cómo se pondrán en marcha algunas de las propuestas relativas a la sanidad —como acabar con las listas de espera— o a la financiación, teniendo en cuenta que la competencia está en manos de las autonomías, muchas de ellas gobernadas por PP y Vox. Ni que decir tiene que no lo pondrán fácil. Tampoco lo harán con la memoria democrática, basta con ver lo que ocurre en los municipios y autonomías en los que gobiernan, a la que el acuerdo de la coalición solo menciona de manera general para asegurar que seguirán desarrollando la ley.

Si Pedro Sánchez renueva su condición de presidente del Gobierno —aún no sabemos la fecha de la investidura—, la legislatura no será un camino de rosas, con una amalgama de partidos a los que poner de acuerdo. Es el resultado de las urnas: la España plural que la ciudadanía ha elegido. Por eso, se necesitará huir de la brocha gorda y tirar de trazo fino para seguir avanzando en derechos sociales. Los ladrillos están puestos. Queda construir la casa.

Más sobre este tema
stats