Los tres entierros de Alberto Núñez Feijóo

“No somos como Pedro Sánchez. Hemos cumplido: presentamos los presupuestos más ambiciosos de la historia. Si la oposición sigue empeñada en bloquear las cuentas, serán los extremeños quienes decidan su futuro”. Son palabras de la semana pasada firmadas por María Guardiola, presidenta de Extremadura.

El arte de la política es, quizá, el arte de encontrarse con los demás y es, posiblemente, también, la ilusión de encontrarse con uno mismo. El PP de Guardiola emitió una señal importante y esta semana cristalizó con su nombre sellado sobre el decreto que adelanta las elecciones autonómicas al próximo 21 de diciembre. Guardiola se ha encontrado a sí misma. Y en el arte de encontrase con los demás, también se cruzó con las palabras de Alberto Núñez Feijóo pronunciadas hace dos años con las que exigía que las elecciones nunca cayeran en meses festivos. La historia nos demuestra que hay políticos que caducan rápido y mal.

La Asamblea de Extremadura vivió el pasado jueves una jornada importante. Guardiola acudía al pleno con su proyecto de presupuestos en la mano y la duda de si Vox cumpliría finalmente con el órdago. Y así fue. Los ultras presentaron una enmienda a la totalidad de las cuentas propuestas por la presidenta popular, renunciando a cualquier posibilidad de acuerdo. Guardiola cumplió su compromiso, adelantando los comicios y colocando a Alberto Núñez Feijóo en un lugar sin mucho margen de maniobra, después de haber forzado a la presidenta extremeña a pactar la investidura con Vox hace algo más de un año.

Durante el ultimo pleno de investidura, el entonces líder del PSOE en Extremadura, Guillermo Fernández Vara, señaló que Guardiola no sería presidenta porque lo quisiera una mayoría de extremeños, sino porque Vox haría posible que lo fuera. Lejos queda el Gobierno de José Antonio Monago (PP), que pactó su gobierno con IU en 2011 porque quiso y no porque se lo permitieran. Con Alberto Núñez Feijóo la experiencia nos dice que no fue posible.

Se vienen tres domingos que serán como tres cementerios de plata donde Feijoo puede acabar siendo enterrado. La hegemonía territorial del PP tras el 28 de mayo podría dar un giro importante a partir de diciembre de este año y, sobre todo, de marzo del año que viene. Al adelanto de las elecciones en Extremadura se suman los comicios de Castilla y León y de Andalucía. El poder de los populares puede quedar muy tocado en los próximos nueve meses, aunque el respaldo de Vox se mantenga inalterado. Quién dijo que un hombre no puede estar enterrado en tres cementerios a la vez.

Se vienen tres domingos que serán como tres cementerios de plata donde Feijoo puede acabar siendo enterrado

Hasta la fecha, la situación política en Extremadura no parece que vaya a cambiar mucho después de diciembre, y los sondeos ya restan dos diputados a Mañueco en las Cortes de Castilla y León, tras la crisis forestal de este verano. Su consejero de Medio Ambiente, Suárez-Quiñones, hombre veterano en el Gobierno, no ha dimitido todavía. Ni lo hará. Un poco más al sur, siguiendo la Ruta de la Plata, la crisis detectada en el sistema de salud andaluz hace prever que Juan Manuel Moreno Bonilla perderá su mayoría absoluta en junio. La última encuesta electoral del CENTRA indica que el PP no estaría en condiciones de alcanzar los 55 escaños que delimitan esa mayoría absoluta, y que se vería obligado a pactar con Vox.

El poder territorial del PP, definido por una máxima sencilla y eficaz, “cada uno a sus votantes”, se resquebraja lentamente. A diferencia de Moreno Bonilla, Mañueco ha anunciado que sí informará sobre los cribados de cáncer de mama en su comunidad. O cáncer o votos. Esa es la cuestión. El de Castilla y León es el primer presidente que se desmarca de la gestión de Moreno Bonilla. Y entre tanto ruido y críticas al modelo político sanitario privado del Partido Popular, crece la presión en el partido para que Feijóo inicie el relevo de Mazón en Valencia.

El presidente del PP se quedó encerrado en El Ventorro, junto a Mazón. El Ventorro es la habitación roja de este país que se interpreta a través de gestos, sueños, símbolos, augurios de la cultura pop y eso que ha venido en llamarse la guerra cultural. Feijóo vive su particular Twin Peaks. El domingo hubo vigilia en el barranco del Poyo. Y Laura Palmer y 228 víctimas volvieron a caminar por los pasillos de terciopelo rojo, perseguidas por una cámara y el sonido de un contrabajo.

La política española es un mundo extraño, siniestro. Mark Fisher describió lo siniestro como aquello que está donde no debe y aquello que no está donde sí debería, anticipando el capítulo más oscuro de la biografía de Carlos Mazón. Lo siniestro antecede al espanto. La semana pasada apareció otro cadáver enterrado bajo el barro.

Tanto en las elecciones autonómicas como en las generales, todos los estudios sitúan a Vox en la base de los gobiernos del PP. Sin los de Abascal, el partido de Alberto Núñez Feijóo perdería una gran influencia en Valencia, Extremadura, Andalucía y Castilla y León. Y en esta nueva coyuntura, José María Aznar vuelve a ocupar la escena con la publicación de su último ensayo, Orden y libertad, un manifiesto político que marca las coordenadas del PP, tan alejadas de Trump como de Vox. El fundador del PP ha hablado y ha reivindicado la defensa de los valores de la democracia liberal, afianzando las palabras que pronunciase en el último congreso de su partido: gobernar sí, pero sólo con las siglas de su partido.

Orden y libertad. En la derecha está cristalizando un problema, nos dice en su último libro José María Aznar, que sigue apostando por la democracia liberal frente a los populismos. Orden y libertad, esa es la consigna. Lejos de Trump y lejos de Vox. Sin orden es imposible que haya libertad, afirma Aznar, que parece haber leído el último título de Robert Kaplan, Tierra baldía. Conviene embridar a esa derecha —viene a decir el fundador del PP— que se escapa del orden y de la libertad, cuando el liderazgo de Feijóo llega a sus límites y Vox se acerca cada día más a los populares.

Feijóo y Aznar se han vuelto personajes antagonistas de un mismo partido. El primero vive la angustia de no alcanzar el poder inmediato mientras el segundo se deleita con la idea de volver a conquistarlo. Aznar ya sabe que al presidente del PP lo van a enterrar en tres cementerios diferentes. El sorpaso se conjuga todos los días en la séptima planta de la sede popular como tres oraciones que rezan por su alma. Son tres réquiems, tres funerales por los tres entierros, tres, de Alberto Núñez Feijóo.

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