Reparto tras un genocidio

El ministro israelí de Seguridad Nacional, Ben Gvir, ha pedido “la ocupación total de la Franja” para después declarar la “soberanía israelí en toda Gaza”. Netanyahu recrudece los ataques con decenas de gazatíes asesinados al día. El ministro de Finanzas cierra el círculo y llama “mina de oro” al campo de exterminio. "Ahora que la hemos destruido, veamos cómo la repartimos". Y todavía hay quien coloca el debate en la tipificación de genocidio para decidir cómo parar a un Gobierno criminal. Netanyahu fue elegido en las urnas, Putin también. Rusia perpetró una invasión sin que Europa necesitara a la Corte Penal para ratificarlo. Todos los argumentos y mecanismos de desconexión que se aplicaron entonces deben servir para ahora. El doble rasero del PP en las decisiones de la dirección nacional y la verbalización de Isabel Díaz Ayuso le alejan de la capacidad de leer dónde está la sociedad española. 

Un doble rasero que de nuevo perjudica a Alberto Núñez Feijóo en la misma dirección. La presidenta de Madrid le tapa en todos los frentes. El día que decide subir el tono y marcar posición en el Congreso calificando de “masacre” la actuación del Gobierno israelí, solo se habla de prohibir banderas palestinas en colegios como gesto humanitario porque está politizado. En octubre de 2020 se colgó una bandera de Venezuela en la fachada oficial de la presidencia de Madrid. En octubre de 2022, Almeida izó la bandera de Ucrania. En septiembre de 2025, la posición de Madrid no la secundan ni los más acérrimos trumpistas. Tampoco Feijóo, que sufre por la sombra de Ayuso y la incapacidad para desacreditar en público su posición. El coro de voces disonantes hace incomprensible su postura. Sólo puede leerse en clave de compartir mensaje con dos frecuencias. Alfonso Serrano llama “gentuza” a los manifestantes, Ayuso habla de “kale borroka” y en Génova 13 acusan a Sánchez de “violencia política”. 

Feijóo sufre por la sombra de Ayuso y la incapacidad para desacreditar en público su posición. El coro de voces disonantes hace incomprensible su postura

El PP se equivocó de plano eligiendo Gaza como terreno de confrontación política con Pedro Sánchez. Primero, porque España ha liderado la defensa de Palestina desde el principio. Y porque la urgencia está en frenar los crímenes, la hambruna, el exterminio. No en construir un marco incomprensible incluso para sus votantes. La lección no aprendida de 2004 con la guerra ilegal de Irak y la respuesta de un país pacifista se repite. Y se ponen exquisitos en lo dialéctico cuando su posición es contraria a la opinión mayoritaria y la historia. “No lo llaméis matrimonio”, fue el argumento, cuando se aprobó la ley, para intentar ilegalizarlo en el Constitucional. Ahora es “no lo llaméis genocidio”, en plena limpieza de la Franja. A Feijóo le ha costado endurecer su postura contra Netanyahu en el Congreso. Bienvenida sea. El debate que podía haber resuelto de un plumazo, ha servido de cortina de humo –o de sangre–, para retrasar decir dónde está. Ahora, a la descripción de un paisaje masacrado, le falta lo importante: ¿Entonces, qué? La politización del debate es real porque el PP no apoya explícitamente la necesidad de sanciones, el embargo de armas, la ruptura de acuerdos. Porque si las propuestas del Gobierno no le parecen responder a una preocupación real, ¿cuáles son las del PP? ¿Qué gestos está dispuesto a hacer?

La Comisión de expertos de Naciones Unidas ya ha dado suficientes argumentos para encajarlo en la figura penal. El dolor, la intencionalidad, la limpieza, el fin. En pleno anuncio de la ofensiva final de Netanyahu, es inmoral seguir en la dialéctica. Nos jugamos vivir en la barbarie. Vaciar a Europa del único dique que le queda a Gaza. Y la variedad de posturas en el PP, grupo mayoritario en Europa, colaboran en la parálisis, en colocar los intereses económicos por delante de los principios y del derecho humanitario.

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