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Los argumentos para cuestionar la violencia sexual sufrida por las mujeres siempre son los mismos y giran alrededor de cuatro grandes ideas:
Con estas cuatro ideas es suficiente para desmontar el argumento más sólido y los indicios más objetivos porque la estrategia tiene una doble dimensión, la del cuestionamiento de la palabra de la víctima y la de la resignificación de los elementos objetivos, y todo ello es coincidente con un contexto social y cultural androcéntrico que parte del mito de que las mujeres son “malas y perversas”, y que, por lo tanto, ante una denuncia por violencia de género, sea sexual o en cualquiera de sus diferentes expresiones, lo primero que hay que hacer es cuestionar su realidad.
En la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) aparecen estas referencias, y lo hacen no solo sobre los hechos, sino que también se observan con relación a la primera sentencia de la Audiencia Provincial de Barcelona. Los principales elementos quedan resumidos en la siguiente tabla:
La diferencia entre la valoración que hace la Audiencia Provincial de Barcelona en su sentencia respecto a la que hace el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña en la suya, es que mientras que la primera sí explica el estado de la víctima tras los hechos, comprobado por terceras personas, algunas de ellas con un criterio profesional y especializado como es el de los Mossos de Escuadra, la sentencia del TSJC no lo hace. La pregunta ante esta situación es directa: ¿qué otras circunstancias pueden llevar a una mujer a salir angustiada de un reservado, a echarse a llorar en brazos de su amiga, a explicar unos hechos compatibles con una violación, y a pesar de ello no querer denunciar, que es lo que hace el 92% de las víctimas de violencia sexual (Macroencuesta 2019)?
Nada nuevo, es la forma de abordar la violencia sexual que sufren las mujeres: no creer, no eximir, no integrar y no significar
No da respuesta a esta situación, como tampoco lo hace con la actitud del acusado, el cual se cruza con una chica con la que ha estado hablando, riendo y bailando, y con la que luego ha tenido relaciones sexuales en un baño, y no solo no la saluda, sino que se va con cierta urgencia del lugar. Y mientras que esta sentencia del TSJC insiste mucho en la falta de fiabilidad en las palabras de la víctima y en la interpretación que hace la AP, no dice nada de la fiabilidad de las palabras del acusado y de sus continuos cambios de versión sobre lo ocurrido en el interior del baño, e incluso interpreta a su favor indicios poco probables, como es que el ADN encontrado en la boca de la víctima se corresponde con esmegma para reforzar la declaración del acusado cuando afirma que hubo felación consentida, algo que niega la víctima.
Nada nuevo, es la forma de abordar la violencia sexual que sufren las mujeres: no creer, no eximir, no integrar y no significar.
Sin credibilidad, sin eximirla de responsabilidad, sin integrar todos los elementos y sin darle el significado que cada uno tiene por separado y en su conjunto, las mujeres tendrán muy difícil demostrar unos hechos ante una sociedad y cultura que cuando quiere reforzar una afirmación en cualquier contexto utiliza la expresión “palabra de hombre”.
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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue Delegado del Gobierno para la Violencia de Género.
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