Estrategias comunicativas en la ultraderecha

Una de las conclusiones que podemos sacar de los resultados de las encuestas que definen los apoyos de los partidos políticos en liza es que la presencialidad agota al electorado. 

Los dos grandes partidos no solamente pierden votos, sino que transfieren los suyos a formaciones con muy poca presencia en medios y que se abastecen del desgaste con poco esfuerzo comunicativo; o que representan a formaciones muy implicadas en redes sociales casi instaladas en dark webs. A más presencia, incluso con un discurso bien construido, con interés político real, más desgaste electoral. Esto es, a todas luces, muy preocupante, porque define un proceso de recepción del mensaje político que tiene que ver con una sociedad cerrada a las estructuras de comunicación tradicionales, con nuevos modos de enfocar la opinión y, por tanto, abierta a nuevos tiempos en esta materia.

Y, ¿cuáles podrían ser estos nuevos tiempos? Se está dando un vuelco que se define en las tendencias de voto; no solo por el uso de las redes sino también por el manejo del silencio como recurso en la comunicación. Aquel que habla tiene más posibilidades de equivocarse. Y es ahí donde se establece la diferencia entre lo que es acogido con eficacia y lo que no.

En los minutos siguientes a la decisión de Carlos Mazón de presentar su dimisión, Abascal desliza no solo el chascarrillo de las lentejas, sino también algo mucho más elocuente. El líder de Vox dice que hablarán de su posición cuando el PP hable de la suya respecto al relevo en el Gobierno de la Generalitat Valenciana. Esa actitud es la actitud del silencio, de la espera, del compromiso con dejar hacer para que sea el mensaje del otro el que fructifique en tu formación, un mensaje del cual te aproveches para tus fines de campaña. Convendrán conmigo en que este “no mojarse” implica también no tener un discurso alternativo con la fuerza del debate político, con la constatación de una dialéctica que, hasta la fecha, era la piedra angular de cualquier decisión política, pero, ¿de qué serviría? 

Estamos, por tanto, ante un emisor que huye del argumento, instalándose en ese silencio del que hablamos, un receptor cansado del debate establecido como “guerra de guerrillas” que ahora prolifera entre los dos partidos de mayor representación parlamentaria, y un mensaje que se apoya en la valoración de los otros para defender, no solo las conclusiones propias, sino también el protagonismo de ese argumento que tanto prolifera ahora: “Todos los políticos son iguales”; sin dejar advertir que quien esto defiende forma parte de las estructuras de los partidos en el arco parlamentario.

No me negarán entonces que los resultados que proyectan el aumento de porcentaje de votos en el partido de Abascal están dándonos la clave para analizar más en profundidad (y, sobre todo, desde los gabinetes de comunicación política) el desarrollo que está teniendo este nuevo camino de impacto. 

Si tratamos de justificar lo dicho, no hay nada como analizar la intención del voto joven y las nuevas incorporaciones al voto.

Por edades, Vox vence en intención de voto de los 18 a los 44 años. La ventaja sobre sus competidores es especialmente amplia entre los más jóvenes (hasta 24 años) donde obtiene un 30,6% de intención de voto, lo que supone una ventaja de 23,1 puntos porcentuales sobre el PP (7,5%) y de 11,1 sobre el PSOE (19,5%). En apenas un mes, en esa franja de edad, el partido de extrema derecha ha subido 6,6 puntos (fuente 40dB).

Los falsos comunicadores a sueldo de la ultraderecha buscan estos terrenos para abrir la posibilidad de acercar más el voto joven a la formación de Abascal

Si para un análisis más perfilado tenemos en cuenta los niveles de percepción del mensaje político tradicional en esta franja de edad, las cadenas de televisión, los periódicos, incluso la prensa digital en su conjunto, habremos llegado a la conclusión de que los tiempos han definido un sendero que beneficia cualquier estrategia que se aleje de esta dimensión en los procesos de comunicación política. Los falsos comunicadores a sueldo de la ultraderecha buscan estos terrenos para abrir la posibilidad de acercar más el voto joven a la formación de Abascal, y ahora también a la de SALF, con Alvise Pérez a la cabeza que, con un lema como “venciendo la corrupción, recuperando la libertad”, trata de afirmarse dentro del panorama de representación de los votantes más a la derecha de la derecha. Este último, con afirmaciones como “las ideologías solo sirven para engañar a tontos y a paletos”.

Lo hemos comentado en alguna ocasión, pero la fuerza de lo simbólico, que huye de la presencia del corpus político que atesoran los partidos más tradicionales, el alejamiento de los valores impuestos por los años de democracia y la activación de resortes que van más allá del argumentario manido de los debates parlamentarios, fortalecen la posición de Vox y SALF; y definen cuál es el beneficio de la no presencialidad de la ultraderecha para alcanzar sus fines. Y por eso no tiene más que esperar.

Sin presencialidad, sin claridad argumental, incluso ocultos en las dark webs, reciben un constante alimento en forma de apoyos que evidencia una falla en el sistema. “Todo es lo mismo hoy: Tirar flores al agua que llegarse hasta el mar a recogerlas”, decía el poeta cántabro José Luis Hidalgo.  

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Javier Lorenzo Candel es poeta.

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