¡Más madera! A la máquina diplomática

Sergio Hinojosa

Una de las características relevantes del capitalismo es su carácter expansivo. Este sistema ha conseguido históricamente absorber todos los modelos económicos anteriores y extenderse a toda clase de pueblos y culturas por todo el globo terráqueo. Una determinada forma de interacción de propiedad, trabajo, ciencia y mercado, con sus derivadas institucionales y sociales, ha colonizado el planeta. Actualmente, incluso el país capaz de hacer frente a este sistema, se halla bajo la presión de las grandes empresas tecnológicas en régimen de propiedad privada (no hay socialización de los medios de producción en China). De manera que la acumulación de capital, el desarrollo de la ciencia y el trabajo aplicado dirigido al mercado siguen siendo esenciales al sistema globalizado

En un primer momento, el instrumento fundamental de expansión del capitalismo fueron los Estados nacionales del s. XVII. Su componente político-militar fue clave para dicha expansión (normalmente mediante guerras). Las luchas obreras de fines del XIX y del XX lograron que algunos de estos Estados generaran mecanismos de redistribución y regímenes democráticos. Pero actualmente asistimos al desmontaje de las instituciones básicas de los mismos, y a una acumulación sin precedentes de capital orbitando las tecnológicas y la industria armamentística. Aún más preocupante es que dicha acumulación está formando oligopolios con instrumentos de expansión más dinámicos y útiles que los Estados. Usan las viejas instituciones para extraer beneficio de los ciudadanos, pero las vacían de recursos sociales, de redistribución, y emplean nuevos medios de formateo de la opinión global. Gracias a ello han creado sistemas políticos basados en la desinformación y la desestructuración social, a los que financian y expanden por el globo arruinando los viejos sistemas de dominio. 

En sus últimas declaraciones el presidente Biden —de triste memoria— alertaba de la emergencia de estos oligopolios que podrían dominar los EEUU. Pero ya lo habían hecho cuando la alianza Big Tech con fondos de inversión y empresas de la comunicación  acariciaba la victoria de Trump. Así, los demócratas perdieron algunos vagones del tren y Europa, el tren completo. 

Hace tan sólo unos días, el ministro de Asuntos Exteriores de la CDU, Wadephul, canceló su viaje a China. Su partenaire en el gobierno, por boca del representante de exteriores del SPD, Adis Ahmetovic, criticó esa demora: “Es una mala señal… Especialmente en un período de tensión global, el diálogo directo con China es de suma importancia”. En efecto, la coalición de gobierno alemán (Unión Demócrata Cristiana CDU y Partido Socialdemócrata SPD) no presenta un frente unido ante Pekín. Pero Europa, tampoco. Esta contradicción no afecta sólo a Alemania, cuyo volumen de comercio anual con China alcanzaba en 2023 250.000 millones de euros, cuatro veces superior al mantenido por Rusia antes de comenzar la guerra con Ucrania, sino que repercute en toda Europa. 

Parece que la CDU suspendió el viaje del Ministro de Exteriores a China para dar tiempo al encuentro de Xi Jinping con Trump. Así el alejamiento europeo no impedirá al pragmático Xi llegar a un acuerdo con Trump. Y será éste digno representante de los grandes magnates USA quién acuerde con China y no Europa. Acordarán lo que acuerden, sobre tierras raras, aranceles, etc. Y Europa, como en Ucrania y en Gaza, quedará al margen. Adiós acuerdos estratégicos sobre el modelo de desarrollo ante el cambio climático, adiós a la colaboración e intercambio de tecnologías, sobre las fuentes de energía, materias primas, etc. La derecha europea sabe que, actualmente, la acumulación de capital es acumulación de finanzas, de bancos, de grandes tecnológicas, de armamentísticas y de medios políticos cutres y globales. Por eso el nuevo canciller Merz se aleja de Merkel y se escora hacia Trump, asume el mandato de proveer de armas americanas a Ucrania e inicia la andadura de conectar emigración y delincuencia para prometer deportaciones masivas y seguir el socaire. Si hay que subirse al carro Trump, ¿por qué no?

El capital no conoce color ni patria. De modo que, al otro lado del muro que se está construyendo, en China, se tiene el mismo temor. China está igualmente sometida a la presión de sus grandes empresas tecnológicas (en gran parte de capital privado). Incluso alguna de ellas ha coqueteado con otras del sector americano y sus mercados. Por ejemplo, el gigante DIDI (el Über chino) quiso salir a bolsa en NY y transferir sus datos a EEUU sin permiso. Inmediatamente recibió una multa de 1.155 millones de euros por violar las medidas de seguridad en el uso de datos. Así, aunque Oriente y Occidente están bajo la fuerza coercitiva económica de las grandes empresas, la diferencia está en que China, pese a ser un régimen autoritario, tiene controladas a sus empresas. De hecho, las de grandes dimensiones, las críticas, que el PCCh considera de riesgo (Tencent Holding, Alibaba Group, Meituan, Xiaomi, NetEase, Huawei, Ant Group, Didi, etc.), según el Plan Quinquenal 2026-2035 (aún por aprobar, pero ya presentado) seguirán supercontroladas. Primero porque las empresas públicas no desaparecerán, sino que se “modernizan” para ser constituir el nervio y ser “empresas centrales competitivas”, cumpliendo el papel de anclaje en los mercados unificados, por ejemplo mediante la gestión de infraestructuras energéticas, transporte o datos (redes). Y segundo, porque sigue el control estatal. Y seguirá de manera aún más estricta en la vigilancia y supervisión antimonopolio y competencia, mediante la incorporación de estructuras del PCCh a los órganos corporativos de las grandes empresas, reservándose el derecho de adquirir participaciones especiales (golden share) para preservar el derecho de supervisión, incluso de veto, con la supervisión sistemática del crédito, del sistema regulatorio, imponiendo sanciones y, en las tecnológicas, supervisando tecnologías, datos y sistemas de seguridad, etc. Y atención a quienes huyen de la intervención del Estado como de la peste, todas estas medidas estatales (y partidarias) no han impedido ni impiden avanzar a este país, sino que lo han convertido en una gran potencia.

Mario Draghi, en su exposición ante el Premio Princesa de Asturias, habló de la necesidad de una iniciativa de políticos europeos con firme decisión de hacer frente a la amenaza militar rusa, pero también de hacer frente a la dependencia de la América de Trump o de alguien similar. Hay aquí un salto sobre las instituciones para alcanzar cierta fortaleza. Y aunque habló en relación a las finanzas y la economía, era evidente que se trataba de una alternativa al actual gobierno europeo que posterga decisiones y deambula en la indefinición entre adoptar posiciones clónicas con la ultraderecha o recordar que un día fue una derecha civilizada. Evidentemente parece urgente hacer algo frente al peligro de la dependencia, la inacción de Europa y los excesos de la ultraderecha. Y también es obvio que para mantener la autonomía Europea hay un coste militar. Pero Europa, si es que aún existe, también debe saber jugar la baza diplomática. Y aquí pueden entrar nuevos actores con más fuerza. Hay que evitar la dependencia, pero también una guerra cuyo alcance nadie conoce. No se nos puede exponer a una guerra nuclear como lo está haciendo Trump (tira la piedra y esconde la mano) y no adoptar todas las medidas diplomáticas posibles.  

La derecha europea parece más dependiente que nunca de EEUU y la izquierda está casi desaparecida, cuando no es vilipendiada por los ultras financiados por la Casa Blanca

Sin embargo, la derecha europea no está demasiado interesada en ello. El canciller Merz ha evitado el encuentro con China y ha comenzado a hablar como la ultraderecha ligando emigración y delincuencia. La derecha europea parece más dependiente que nunca de EEUU y la izquierda está casi desaparecida, cuando no es vilipendiada por los ultras financiados por la Casa Blanca. Tierras raras y sangre europea en Ucrania (aparte de la defensa de la democracia, el mayor yacimiento europeo está en la región de Zaporiyia, al sureste, o el de la costa del Mar Azov); tierras raras y negociación de fondo en la financiación de Argentina, Trump y Xi Jinping para desbloquear el comercio de tierras raras en China… ¿No les suena la canción? Es una balada de los héroes de Silicon Valley. Y mientras se entonan, Trump fuerza a Europa a comprar armas a las empresas estadounidenses —en unión con estos héroes de las Big Tech—, para entregarlas a Ucrania. Si Europa entra en guerra con Rusia y ambas se debilitan o se hacen astillas, Trump podrá recoger el trofeo sin dificultad gracias a su retirada olímpica del campo minado ucraniano. ¡Buen negocio! ¿No?

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Sergio Hinojosa es licenciado en Filosofía por la Universidad de Granada y profesor de instituto.

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