¡La banca siempre gana! Helena Resano
La banca siempre gana. En este caso, el fondo de inversión siempre gana, aunque sea a costa de la salud. No me cabe en la cabeza cuándo te parece buena idea pedirle a tu equipo que priorice la rentabilidad antes que la salud de las personas que acuden a tu centro. Quiero pensar que debes de estar metido en una vorágine de números, cuenta de resultados, beneficios, de gastos tan agobiante que no caes en la gravedad de lo que estás pidiendo: dejar de atender a la gente que no dé dinero. Así, sin paños calientes, a bocajarro.
Supongo, o quiero suponer, que al escucharte decir eso, pedir imaginación a tu gente para rechazar a pacientes, tiene que ser una sacudida a tu conciencia. Me gustaría creerlo así. Si no, no entiendo cómo puedes seguir al frente de una empresa que se dedica a salvar vidas. Un fondo de inversión, sí, una empresa que tiene que ganar dinero, de acuerdo, pero tratando la salud de la gente: si no vas a dedicarte a eso, entonces, tu empresa es otra cosa. Cómo puedes seguir gestionando una empresa sabiendo que tu orden de no atender casos que hagan perder dinero puede suponer deteriorar la calidad de vida de esas personas, retrasar sus tratamientos y, en el peor de los casos, provocarles consecuencias más graves, incluso la muerte. ¿Puedes vivir con eso?
Cuando la salud pública se convirtió en un negocio, todo se torció. Y la perversión de los números se impuso a la prioridad de los profesionales: salvar vidas.
Cuando la salud pública se convirtió en un negocio, todo se torció. Y la perversión de los números se impuso a la prioridad de los profesionales: salvar vidas
Trato mucho con médicos de todos los ámbitos, especialidades, de centros privados y de centros públicos. La mayoría, con una vocación inquebrantable, por muy difícil que se lo pongan. La gran mayoría, haciendo turnos más allá de su horario, atendiendo a los pacientes de una forma exquisita, personalizada, dándoles sus números de teléfono para que les llamen ante cualquier síntoma o duda. Enfermeras que se desviven por hacer hueco a quienes llegan sin cita, por atenderles con los mejores profesionales, por abrir las agendas a pesar de que están a reventar de pacientes. Sanitarios que atienden con su profesionalidad y con toda su humanidad. Profesionales a los que su integridad no les permite la ecuación de “si no es rentable, no le atiendas”.
El modelo de centro público pero de gestión privada es una invención que vino bien a unos políticos que decidieron hacer caja también con la sanidad. Y eso, que ya sonaba mal entonces, ha acabado con esto: hospitales que rechazan hacer pruebas que sean caras, hospitales que no atienden a pacientes que saben que van a tener más complicaciones, centros que abiertamente extienden las listas de espera para recaudar más…
Es desalentador ver cómo, poco a poco, lo mejor que tenemos, la salud pública, se acaba deteriorando así. Los hospitales privados pueden coexistir con los públicos, siempre y cuando los que deciden derivar fondos no acaben equivocándose respecto a quiénes se los dan. Ir a un centro privado es una elección libre que, muchas veces, ayuda a los pacientes a tener segundas opiniones de diagnósticos o pruebas. Pero nada de todo eso tiene que ir en detrimento de los centros públicos, ni de sus profesionales, ni de los medios que se le dedican.
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