Desorden creativo

María Fabiana Calderari

María Fabiana Calderari

Desorden creativo

Los brazos largos. Las piernas contorneadas y escuálidas. El torso esbelto y un par de costillas. Suficiente. Un sintagma de huesos y de carne. Raro, desordenado, casi vacío. Un armazón inflexible. Sin barro esta vez. Finalmente, encastro la cabeza con tres bocas y le digo: «¡Calla! ¡Calla! ¡Calla!»

El mar celeste

Tan temido y obstinado. Clandestinamente, moja el alma, el ánimo, la piel. El cuerpo se sumerge, inerte y olvidado. Las infinitas maneras para sobrevivir parecen ahogarse todas juntas. La música secreta se desarma y el abismo reprime el único acorde conocido: tic, tac, tic, tac, tic, tac. Una extraña corriente hace converger las dos caras contrapuestas: la vida y la muerte. La oscuridad. La nada. El silencio incoloro.

Una insignificante porción de aire que aún habita por dentro deja un cordel  de burbujas como guía. La posibilidad de elegir. La línea que devuelve la movilidad de los párpados para abrir los ojos, mover el cuerpo, impulsar los brazos.

Una vez más, se deshace el ritual y se recupera la invención del camino.  Tras la bocanada de aire que nos trae de regreso, queda todo ese mar celeste de tristeza.

Rayuela

El pie izquierdo no me quiere hacer ni caso. —¡Dale Carlitos! ¡Dale!— gritan mis amiguitos del barrio. Quieren que gane. A mí me cuesta mantener el equilibrio sobre la cuadrícula. Cada vez que llego al último salto, asiento la muleta. Ellos creen que se trata de un capricho, pero no. Caprichos son los que aparecen por las noches, cuando mi pie quiere que lo frote y yo no puedo encontrarlo.

 Compensación oculta

Regreso a la niñez para comprenderlo mejor. Allí fui un niño retraído. Mis ojos deseaban la vida feliz de los otros, que terminaba anudándose en mi garganta.

La timidez perpetua del ánimo me destinó a imaginar al amigo que me acompañara por aquellos días. Amititi, mi compinche fiel y sumiso.

Lo aventaje en todas las ocurrencias. En las correteadas para atrapar las palomas en la plaza; para franquear más árboles en bicicleta; para pisar cierta cantidad de baldosas hasta alcanzar una esquina. Fui siempre más avezado que él.

Hasta ayer. Cuando lo volví a ver.

Mejor no mires hacia atrás

Mejor no mires hacia atrás

Estaba igual. De no ser por su astuta mano. Y su dulce boca. Acarició y besó primero a esa mujer fría.

Quedamos compensados ocultamente los amigos. No pude vencerle para despedir a mi madre muerta.

*María Fabiana Calderari nació en San Pedro de Jujuy, Argentina, en 1972. Es abogada y en la actualidad trabaja en Tribunales de provincia como relatora de Cámara Civil y Comercial. Reside en la ciudad de Santiago del Estero. Ha publicado libros de cuentos, y microrrelatios, recogidos en diversas antologías. El último libro publicado es Puertasletras del callejón: cuentos que juegan con los sonidos y la magia (audiolibro: BellasAlas, 2023).

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