Cultura

La reducción de aforo, posible para el cine, inviable para música y artes escénicas

Escenario desnudo del Teatro de la Comedia.

No saben ni cuándo ni cómo, pero saben que volverán. Con la industria cultural paralizada y una previsión de pérdidas millonarias —2.500 millones de euros menos para el audiovisual, 700 millones menos para la música en vivo, 130 millones menos para las artes escénicas—, es difícil pensar en el regreso. Pero los profesionales comienzan ya a esbozar bajo qué condiciones podrán abrir de nuevo las puertas de las salas. Todo parece por ahora incierto, pero tienen algunas cosas claras: una drástica reducción de aforo les llevaría a la quiebra, porque no podrían cubrir costes; para evitarlo, tendrán que implantar estrictas medidas de higiene

"Es verdad que en estos días estamos hablando de las cosas urgentes, del plan de salvación, pero también empezamos a hablar del de recuperación", cuenta Iñaki Gaztelumendi, director de la secretaría técnica de ESmúsica, Federación de la Música de España. Se refiere a las conversaciones con el Gobierno, que tras la protesta generalizada de la industria se comprometió la pasada semana a anunciar medidas de apoyo el próximo martes 28. Las salas de conciertos, los teatros y los cines, principales afectados de cara a un futuro regreso, por su carácter colectivo, esperan señales del Ejecutivo: no saben hasta cuándo continuará prohibiendo este tipo de actividades, y no se atreven a tomar la iniciativa con respecto a la prevención por miedo a que Sanidad vaya por otros derroteros. 

¿El mismo concierto, un tercio de las entradas?

Gaztelumendi habla de un "proceso de adaptación lento y costoso" para hacer posible la reapertura. Y hay pocas cosas claras. Una de ellas es que "no se van a celebrar eventos con los que se pierda dinero". Es decir, que el sector aceptará medidas de higiene siempre que estas no acaben con la rentabilidad de las funciones, algo que en su opinión no es compatible con una drástica reducción del aforo. Antes del decreto del estado de alarma, fue esta la única medida de prevención anunciada por el Gobierno: en las zonas más afectadas por el covid-19, se prohibieron los eventos de más de 1.000 personas y se impuso a los demás una reducción de aforo a un tercio. En el caos de los primeros días, cines, teatros y salas corrieron a adaptarse para anunciar su cierre con la misma celeridad. Y ahora miran esa medida con preocupación. 

Lo explica Carmen Zapata, gerente de la Asociación de Salas de Conciertos de Cataluña y directora del ciclo Curtcircuit: "El promedio de aforo de las salas españolas es de 150 o 200 personas. Si lo reducimos a un tercio son unas 50 o 60 personas. ¿Cómo se va a pagar con esas entradas el trabajo de músicos, técnicos y del personal de la sala?". Los gastos fijos que conlleva un espectáculo en vivo, asegura, hacen inviable celebrarlos con un aforo tan pequeño. Y hay otro factor: si una sala de 100 personas reduce su aforo a un tercio, ¿cómo asegura que los 30 asistentes mantengan el espacio entre sí y no se apelotonen frente al escenario?

Coinciden con esta idea las asociaciones de artes escénicas. De hecho, los espectáculos en vivo han lanzado un comunicado conjunto rechazando las limitaciones de ocupación, ya que, argumentan, "casi ninguna actividad es sostenible manteniendo la estructura previa al inicio de la crisis y reduciendo sus ingresos a un tercio". En caso contrario, se verían obligados a realizar "una reducción drástica de los gastos, entre ellos los de personal, y un incremento de los precios", algo que los ciudadanos no deberían "estar dispuestos a asumir", según defiende el documento firmado por una treintena de asociaciones que representan a casi todo el sector. 

Cines más seguros

Las salas de cine no están exactamente en la misma situación. Sus gastos fijos por sesión son mucho más bajos y la inversión se cifra en el tiempo en que la sala permanezca abierta. En ese sentido, explican fuentes del sector, un cine de tres salas podría emitir la misma película en las tres pantallas a la vez para reunir, en total, al público habitual de una sola sesión. Se perdería dinero, explican, pero no sería tan dramático como en otras disciplinas. Eso sí, por ahora las salas no tienen una respuesta unitaria: la Federación de Cines de España trabaja ahora mismo en un protocolo, pero todavía no tiene fecha de presentación. 

Eduardo Escudero, de A Contracorriente, distribuidora que también es responsable de los Cines Verdi en Madrid y Barcelona, no vería mal una restricción del público, aprovechandoq que el sector tiene "un mayor margen de tolerancia", siempre que fuera temporal. Y considera que tendrán especial importancia las medidas de higiene: "Querremos dejar claro que se desinfecta, que todo el mundo usa mascarillas, que hay espacio entre los espectadores, y tendremos que ser flexibles en la devolución de las entradas por si alguien se encuentra mal y prefiere no ir", explica. Ante todo, él defiende que comparte con sus compañeros la idea de "abrir en cuanto se pueda, aunque no sea aún rentable del todo, porque cuanto antes pasemos esa fase transitoria, antes llegaremos a la siguiente". 

Desinfecciones y controles de temperatura

Aunque los consultados insisten en que desconocen por completo cuáles serán las futuras exigencias del Gobierno, todos asumen que se pondrán en marcha ciertas medidas de higiene reforzada. Por ejemplo, la limpieza exhaustiva de todos los equipos técnicos, "como los micrófonos", dice Carmen Zapata. O la desinfección a fondo de los teatros, como señala Cimarro. Todos asumen que serán obligatorias las mascarillas y los guantes (estos, al menos para los empleados), y todos asumen que tendrán que proveerlas a los asistentes que hayan acudido sin ellas. 

Gaztelumendi se atreve a hablar incluso de un "sistema de acceso estricto en la vigilancia de la salud". A imagen de algunos países asiáticos, el portavoz de ESmúsica asume que se controlará el estado de salud del público, por ejemplo mediante una toma de temperatura, antes de acceder al concierto. Espera también una normativa más estricta en cuanto a los aseos y al acceso al agua corriente —inexistente en la mayoría de festivales masivos—, y también la implantación del pago obligatorio con tarjeta. "Algunas de estas medidas serán temporales y se irán relajando", apunta, "pero otras, como el uso de tarjetas o la mejora de los servicios, solo intensifican algo que ya está en marcha y llegarán para quedarse". 

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Diálogo con los expertos

"Lo que estamos pidiendo es reunirnos con los expertos sanitarios que van a tomar la decisión, para hablar de protocolos". Lo dice Jesús Cimarro, responsable de la empresa teatral Pentación y presidente de la Federación Estatal de Asociaciones de Empresas de Teatro y Danza de España (FAETEDA). Aceptan que se les impongan medidas sanitarias, como se ha hecho ya con algunos comercios, pero temen que quienes lo hagan desconozcan por completo el sector, sus dinámicas de trabajo y sus posibilidades. "Nosotros, para ponernos en marcha, necesitamos tiempo: una función sale con 45 días de ensayo, con la construcción del decorado... Esto no es de un día para otro, tendrán que volver los actores antes de que vuelva el público", explica Cimarro. "De momento, no tenemos interlocutores para hablar de esto, y eso nos preocupa". 

Los espectáculos en directo temen, además, sufrir un agravio comparativo. "No se entendería que no pudieras ir a un concierto con 150 personas pero que sí pudieras viajar en metro con 500", protesta Carmen Zapata. Y algo similar dice Cimarro: "Si en septiembre van a estar todos los niños apelotonados en clase, que me expliquen de qué manera se corre más riesgo en el teatro que ahí". Independientemente del sector, todos los profesionales se quejan de haber sido los primeros en cerrar y enfrentarse a ser los últimos en abrir. Todo es incierto, pero lo que se seguro es que quedan largas horas de reuniones por delante antes de encontrar la fórmula para regresar a la falsa normalidad. 

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