PSOE
"Por mi amigo pongo la mano en el fuego" o cómo el pacto entre caballeros sigue blindando el machismo
Junio de 2023. "Hay hombres de entre 40 y 50 años que han visto en ocasiones que algunos discursos, no tanto las políticas, han sido incómodos para ellos". Lo decía ante los micrófonos de Onda Cero un Pedro Sánchez inquieto por el avance de los discursos feministas que, aseguraba entonces, buscaban más la confrontación que la integración. Dos años después, algunos hombres próximos al líder socialista se han visto involucrados presuntamente en casos de consumo de prostitución y abuso de poder contra mujeres de su entorno. Y a pesar de ello, algunos compañeros siguen arropándoles: "Por mi amigo pongo la mano en el fuego", dijo este miércoles el número tres del PSOE en Andalucía, Francisco Rodríguez, en referencia a Francisco Salazar, quien este sábado abandonó todos sus cargos en Ferraz y Moncloa después de que varias mujeres lo señalaran por comportamientos inadecuados.
Ambos fenómenos –los hombres incómodos y los que tienden la mano incondicionalmente a sus iguales– forman parte de un mismo entramado, en el que los varones juegan un rol protagonista: el de salvaguarda del orden patriarcal. Al avance del proyecto feminista le sigue a menudo la reacción machista, expresada no sólo desde la oposición explícita y agresiva más propia de la derecha, sino también por parte de una izquierda titubeante que se esfuerza en poner líneas rojas a las conquistas, contenerlas, no ir tan lejos para no alterar a la turba de hombres preocupados.
"El patriarcado se fundamenta con pactos entre varones", introduce Beatriz Gimeno, activista y exdirectora del Instituto de las Mujeres. "Por una parte, no ven el machismo. Aseguran que nunca han tenido noticias sobre esos comportamientos machistas" ahora denunciados por las compañeras, como en el caso de Salazar. En realidad, apunta la feminista, lo que proyectan es que "nunca se han preocupado ni han escuchado a las mujeres". Pero por otro lado, añade, "cuando sí lo ven, le quitan importancia". La defensa férrea tiene que ver en realidad con una suerte de instinto de supervivencia: "Se protegen entre ellos porque también se están protegiendo a sí mismos", afina Gimeno.
Para Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno contra la Violencia de Género, las declaraciones del socialista andaluz vienen a demostrar cómo algunos hombres tienden a concederle "prioridad al amigo sobre el hecho denunciado". "Estamos hablando de que hay una serie de mujeres que han expresado hechos concretos, pero él le da prioridad a la amistad". También refleja, a su juicio, la distorsión en torno a la figura del agresor, a quien se sitúa siempre como resultado de "comportamientos circunstanciales o patológicos".
A Miguel Lázaro, investigador y divulgador feminista, las declaraciones del andaluz le remiten al pacto entre caballeros, pero no tanto como una estrategia deliberada y meditada por parte de los hombres, sino como un comportamiento genuino y espontáneo, producto de la "falta de formación de muchos hombres en cuestiones de igualdad y la normalización de un machismo cotidiano que muchos hombres considiran admisible".
El silencio como pilar
"El silencio de los compañeros que saben lo que pasa y callan es complicidad", decía este fin de semana la socialista Adriana Lastra. No sólo las muestras de apoyo explícito alimentan la impunidad del machismo normalizado en todas las esferas, sino que es muchas veces el silencio su máximo sustento. "Ponerse de lado es posicionarse", afirmaban hace dos años las compañeras de Jennifer Hermoso, ante la equidistancia de los hombres futbolistas.
Sin el silencio, opina el exdelegado, el modelo sería insostenible, porque se nutre de él y de la invisibilización, cuando "no se mira o se mira para otro lado". También Lázaro sostiene que el silencio "legitima y perpetúa la situación", más aún en organizaciones políticas y sociales, donde este tipo de comportamientos "perjudican al conjunto" y requieren de un "posicionamiento claro" en contra.
Mirar hacia otro lado no es sólo parte del pacto entre caballeros, sino que va mucho más allá. En el año 2019, el Tribunal Supremo advirtió de la gravedad del "silencio cómplice" del entorno de la víctima de violencia machista, así como del "acoso cómplice" del entorno del agresor, algo que lleva a sentir "soledad" a la mujer maltratada y se convierte en "una losa" para ella "cuando quiere denunciar y no encuentra ayuda". La máxima expresión de esa complicidad, es el mismo cuestionamiento de "la credibilidad de la víctima", llegando incluso a "negar la existencia del maltrato".
Hombres incómodos
Y ese descrédito se expresa habitualmente en un mandato generalizado hacia las víctimas que verbalizan la violencia: lo mejor es ir a los tribunales, suele repetirse como un mantra. Así lo dijo el propio Francisco Rodríguez: "Si hay actuaciones de estas características que son inadecuadas, hay que denunciarlo". Un imperativo cargado de matices. En primer lugar, porque el sistema no siempre protege a las mujeres. Pero además, no todos los comportamientos reprobables son objeto de denuncia. "La denuncia no es sólo la presentación de los hechos ante la policía, la denuncia pública es tan importante o más", responde Lorente. El negacionismo de la violencia, afina, no sólo se basa en "afirmar desde una posición teórica que la violencia no existe, sino también rechazarla o restarle peso cuando sabemos que existe".
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Lo cierto es que únicamente el 21,7% de las mujeres que han sufrido violencia en pareja ha denunciado, según la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer. Sólo el 8% de las víctimas de violencia sexual fuera de la pareja ha dado el paso y un residual 2,5% de las mujeres que han sufrido acoso sexual acude a comisaría o al juzgado para dar la voz de alarma. La panorámica cambia radicalmente cuando se trata de expresar lo sucedido al entorno, especialmente a otras mujeres. El 50,7% de las mujeres que han sufrido violencia en pareja lo relata a una amiga, el 36,2% a su madre y el 25,4% a su hermana. Hablar de lo ocurrido, abunda la encuesta, es una de las principales acciones que incrementa "en todos los casos las posibilidades de acabar con la relación violencia".
Mientras Francisco Rodríguez asiste asombrado a las acusaciones contra su excompañero, las mujeres socialistas dicen que "era un clamor". "Muchos de esos hombres le quitan importancia, algunos puede que no hayan oído los rumores, porque no están en los sitios adecuados", analiza Gimeno. "Nosotras tenemos las antenas, nos lo contamos y cuando hay muchos rumores sabemos que es verdad".
Para la activista feminista, "todos los hombres, en mayor o menor medida, piensan en su fuero interno que nos estamos pasando. Todos tienen miedo de haber dicho o hecho algo, aunque sólo sea un chiste". Ante ello, el camino escogido por muchos no es el de dar un paso adelante, reconocer errores y repensar comportamientos, sino el de plantarse frente a los avances feministas para tratar de impugnar su discurso. "Para cualquier hombre machista es incómodo sentir que se acaba este monopolio tácito del espacio", concluye Lázaro, "pero casos como este nos tienen que hacer despertar y dejar de normalizar al compañero baboso".