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Derechos humanos

La Organización Internacional de las Migraciones alerta de un "mercado de esclavos" en el norte de África

infoLibre

La ruta que siguen miles de personas para tratar de escapar de la pobreza y la violencia en África y dar el salto desde Libia a las costas del sur de Europa ha dado pie a todo un "mercado de esclavos" en el que las personas son compradas y vendidas como productos, sujetas a la extorsión de unas mafias dispuestas a exprimirlas al máximo.

Así lo denuncia la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), que pone el caso de un migrante senegalés identificado como SC como ejemplo de la particular carrera de obstáculos que viven cientos de jóvenes africanos a su paso por Níger y Libia. SC ha regresado esta semana a su hogar tras meses de cautiverio, según ha informado Europa Press.

Esta persona ha relatado que cuando llegó a la ciudad nigerina de Agadez le dijeron que debía pagar 200.000 francos CFA (unos 300 euros) para seguir rumbo al norte. Un traficante le facilitó alojamiento hasta el día de su partida y logró subirse a una camioneta junto a otros migrantes que también querían llegar a Libia.

El viaje duró dos días, pero fue relativamente sencillo si se compara con otros casos en los que estos vehículos terminan siendo abandonados por sus conductores o saqueados por asaltantes interesados en hacerse con el combustible.

SC logró llegar a Sabha, en la zona suroeste de Libia, pero entonces se encontró con que el conductor le reclamaba el pago que, según dijo, no le había realizado el traficante. De esta forma, fue trasladado a una zona de aparcamiento donde formó parte de un "mercado de esclavos".

"Los libios compraban y vendían a migrantes subsaharianos con el apoyo de ghaneses y nigerianos que trabajaban para ellos", ha denunciado la oficina de la OIM en Níger. SC logró comprador y de esta forma llegó a la que sería su primera prisión, una residencia privada donde permanecían retenidas más de un centenar de personas.

Extorsión a distancia

Los captores obligaban a los migrantes a llamar a sus familias e incluso les golpeaban para que quedase patente por teléfono de que estaban siendo torturados. A cambio de la liberación, a SC le exigieron 300.000 francos CFA (unos 450 euros) que no podía pagar, por lo que fue comprado de nuevo por otra persona que le llevó a una segunda vivienda, más grande.

En estas instalaciones, el precio de la liberación ascendió a los 600.000 francos CFA (más de 900 euros). El dinero debía ser abonado a través de Union o Money Gram a una persona que supuestamente estaba en Ghana y al que denominaban Alhadji Balde.

SC logró reunir parte gracias a lo que su familia le enviaba a través del teléfono móvil y llegó a un pacto con sus secuestradores para evitar nuevas palizas a cambio de trabajar como intérprete. No en vano, comprobó en primera persona cómo los golpes se cobraban la vida de algunos rehenes, mientras que otros morían de inanición por falta de alimentos.

Cada vez que alguien moría o lograba la liberación, los secuestradores volvían al mercado en busca de más migrantes.

El calvario de Adam

El caso de SC es sólo uno de los miles que seguirían registrándose día tras día en plazas o aparcamientos de Sabha, un lugar al que también llegó Adam (nombre ficticio) junto a otros 25 compatriotas gambianos. Fueron secuestrados mientras viajaban de Sabha a la capital, Trípoli, y trasladados a una prisión donde se encontraron con otras 200 personas más de distintas nacionalidades.

Adam ha relatado golpes diarios y, al igual que SC, extorsiones a las familias. A su padre le llevó nueve meses reunir el dinero necesario, a costa de vender la casa de la familia en Gambia, y los secuestradores accedieron a trasladar a Adam hasta Trípoli.

Un hombre lo encontró en la calle en unas condiciones tan malas que decidió llevarle al hospital, donde pasó tres semanas víctima de una malnutrición severa –sólo pesaba 35 kilos–. También presentaba graves daños psicológicos como consecuencia de la tortura sufrida durante el cautiverio.

Tras abandonar el centro médico, vivió junto a una familia de acogida durante un mes, bajo la supervisión de un médico de la OIM y de otros compañeros que proporcionaban comida, medicamentos y rehabilitación.

También le entregaron ropa con la que comenzar, poco a poco, a recomponer su vida.

Cuando su estado se estabilizó, Adam se acogió al programa de retorno voluntario de la OIM y regresó el 4 de abril a Gambia, donde pudo reunirse con su familia. La organización se ha hecho cargo del pago de sus tratamientos y también le han gestionado el pago de una ayuda.

Mujeres

En el caso de las mujeres, se añade el riesgo de ser compradas por personas a título individual que terminan utilizándolas como esclavas sexuales, según los testigos consultados por la OIM. De hecho, la organización ha recogido la situación de una joven que permaneció retenida cerca de la ciudad portuaria de Misrata por un grupo de somalíes y fue víctima de todo tipo de abusos.

Esta mujer calcula que estuvo cautiva unos tres meses, un periodo en el que los captores extorsionaron a su marido y su hijo, residentes en Reino Unido desde el año 2012. Finalmente, la familia pagó 7.500 dólares, aunque ahora se han encontrado con que deben hacer frente a un segundo pago por la misma cantidad.

La OIM se ha puesto en contacto con distintas organizaciones para tratar de hacer frente a una situación que es "extrema", en palabras del director de Operación y Emergencias de la organización, Mohamed Abdiker, que visitó recientemente Trípoli.

"Cuando más nos metemos en Libia, más conocemos de lo que está siendo un valle de lágrimas para muchos migrantes. Algunos relatos son verdaderamente horribles y las últimas informaciones sobre un mercado de esclavos se añaden a una larga lista de atrocidades", ha lamentado.

Abdiker ha asegurado que el año pasado confirmaron la muerte "en un solo mes" de 14 personas atrapadas en varios centros de detención y ha alertado de la existencia de "fosas masivas" en el desierto, donde miles de migrantes habrían perdido la vida en los últimos años víctimas de la trata y de unas condiciones extremas.

Para quienes alcanzan la costa, el periplo no termina, en la medida en que les queda la peligrosa travesía marítima con la que intentar llegar a las costas de Italia. La Guardia Costera libia ha localizado este año 171 cadáveres arrastrados hasta la costa, si bien la OIM ha advertido de que el número total de fallecidos en el Mediterráneo Central superaría ya los 600.

Uno de los objetivos de la OIM pasa también por alertar a futuros migrantes de los riesgos que conlleva embarcarse en la peligrosa ruta hacia el norte de África. En este sentido, un portavoz de la agencia en Ginebra, Leonard Doyle, ha explicado que graban los testimonios de los afectados para difundirlos en redes sociales y a través de la radio.

"Lamentablemente, los mensajeros más creíbles son los migrantes que vuelven a casa con la ayuda de la OIM. En demasiadas ocasiones se encuentran en una situación delicada, han sido sometidos a tratos crueles y abusos, a menudo sexuales. Sus voces tienen más peso que las de cualquiera", ha añadido.

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