Un año de la dana
La Generalitat vende una Albufera "en recuperación" pese al verdor del agua y los microplásticos
Desde la distancia, el parque de la Albufera se ve sano y limpio. Un mar interior de cinco kilómetros de diámetro de aguas azules donde anidan aves de altísimo valor que atraen a cientos de turistas cada día y que da trabajo a pescadores y arroceros. Pero de cerca, entre los carrizos del interior de la laguna, no hay que rebuscar mucho para encontrar bidones, neumáticos y basura en general que fue arrastrada por la dana de hace un año. Más revelador aún es recoger un puñado de tierra junto a la orilla, porque está plagada de microplásticos que seguirán allí durante siglos si no se recogen.
La foto que acompaña a este reportaje es la situación en la que se encuentra un pequeño rincón del parque natural, pero así hay nada menos que 210 kilómetros cuadrados de arrozales y humedales. Los enseres más grandes y más visibles –neveras, coches, muebles, colchones– fueron retirados hace meses por la Generalitat y por un ejército de voluntarios, pero restos mucho más pequeños se han quedado en el fondo o enganchados en los juncos y las acequias.
La Conselleria de Medio Ambiente afirma que están trabajando en recuperar su estado anterior a la dana. Raúl Mérida, director general de Medio Natural, asegura a infoLibre que siguen muy de cerca los parámetros del agua, y que en este momento no hay motivos para preocuparse. "Hacemos análisis diarios y la calidad del agua es estable. No está mal, o no está tan mal como después de la dana, y está en fase de recuperación", señala el portavoz.
Expertos independientes, sin embargo, opinan que el Govern del PP debería hacer mucho más y que peca de optimismo. A pie del lago, el agua luce un verde amarillento, y prácticamente no se distingue nada que esté más allá de 10 centímetros de profundidad. Mérida explica que están trabajando para mejorar la transparencia, pero que en todo caso es "el color tradicional de esta época" porque al estar el lago rodeado de vegetación es normal que se oscurezca. En julio, cuando se sumaron las altas temperaturas, el agua llegó a ponerse naranja por la proliferación de algas.
Uno de los mejores conocedores de la laguna es Carles Sanchís, presidente de la Junta Rectora de la Albufera, un consejo de expertos que asesora a los políticos. En su opinión, se han aliviado muchos de los daños de la dana, pero la situación está lejos de estar controlada y avisa de que los parámetros ambientales son muy preocupantes. "Hay un regreso a la mala normalidad que teníamos antes. Hay un exceso de fitoplancton y de turbidez que si no se corrigen terminarán en un episodio de mortalidad. Tenemos dos o tres años para actuar, o habrá una generación entera de valencianos, los nacidos a partir de los años 60, que nunca verá la Albufera cristalina", advierte.
Javier Jiménez Romo, biólogo con más de 20 años de experiencia trabajando en esta reserva, también describe una situación completamente opuesta a la de Raúl Mérida. Denuncia que la Generalitat trató desde poco después de la dana de dar la imagen de que la Albufera estaba recuperada, pero un año después continúa colmatada de basura. Mientras recorre los alrededores del parque, muestra botellas y latas perfectamente prensadas que continúan encajadas en recovecos. "Están aplastadas porque formaban parte de balas gigantes de envases que fueron arrastradas desde centros de residuos y reventaron", explica.
La contaminación química es uno de los grandes peligros de la dana sobre la Albufera porque llegaron toneladas de medicamentos, aceites industriales y productos químicos de toda la industria que rodea la cuenca. El portavoz de la Conselleria de Medio Ambiente afirma que tuvieron la suerte de que "muchos de estos productos quedaron contenidos en sus envases y no se vertieron", pero Javier Jiménez lo niega categóricamente. "Es ridículo. ¿Estamos hablando de que la dana partió coches por la mitad, pero los bidones y blísteres de medicamentos sobrevivieron?. Hay un interés en trasladar el mensaje de que el problema no fue tan grande y que todo está bajo control, pero no es así", contesta.
Además de los residuos de tamaño mediano que permanecen todavía –zapatillas, macetas, el tapacubos de un coche…– la tierra está plagada de trozos de diferentes plásticos por todos lados. La misma situación que cuando hace dos años las playas de Galicia se llenaron de bolitas en la crisis de los pellets, pero esta vez sin la alarma social de entonces. Poco a poco estos pedazos se van haciendo cada vez más pequeños y se filtran a través del suelo o se mezclan con el agua, y acaban en los acuíferos de los que luego se bombea el agua de boca o en el estómago de los peces.
Una de las víctimas colaterales son los pescadores del humedal. La única cofradía de la Albufera está en el Palmar, un pequeño municipio al sur de la laguna, y se fundó nada menos que en agosto de 1838. En realidad, los primeros pescadores comenzaron a trabajar allí hace 775 años, cuando el rey Jaume I les otorgó los permisos para explotar. Pero el trabajo ha cambiado mucho desde entonces, no por los avances tecnológicos, sino porque la calidad del agua ha caído tanto desde el colapso del parque de 1973 que ahora la bahía está dominada por especies invasoras como el lucio, el cangrejo azul o la carpa.
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Cada jueves, una mirada rigurosa y comprometida sobre lo que le está pasando al planeta.El mayor enemigo de la pesca no son solo los residuos de la dana, también la putrefacción de la vegetación muerta que cae al agua, aunque este problema lleva décadas vigente. Alrededor de la laguna central hay además 150 kilómetros cuadrados de arrozales –seis veces el tamaño del propio lago– que se cosechan en septiembre, y este proceso produce toneladas de paja inservible. Este residuo tradicionalmente se quemaba o se recogía en las siguientes semanas, pero este año no dio tiempo porque los campos se anegaron con la dana de octubre de 2025. Este problema recurrente provoca que la paja se pudra bajo el agua, convirtiendo los arrozales en ciénagas cuya agua acaba en la Albufera y empeora todavía más situación.
"El riesgo de que llueva está ahí, pero hay mil técnicas para evitar que estas aguas negras lleguen al lago. Habrá que ayudar a los agricultores a prevenirlo porque ellos ya están pasando lo suyo", afirma Amparo Aleixandre, portavoz de la Comunidad de pescadores de El Palmar. "En todo caso, las especies se pueden consumir y están bien", reitera.
Raúl Mérida, alto cargo de Medio Ambiente, afirma que por ahora "no ha habido un problema de falta de oxígeno, ni de mortalidad" en la Albufera, pero Amparo le contradice: "En los campos de arroz hay peces muertos. De hecho, hoy les he escrito un WhatsApp. El problema existe y lleva 20 años", contradice Aleixandre. Las carpas son las primeras en morir porque se meten por los canales hasta los arrozales y allí los episodios de anoxia son mucho más fuertes que en el lago.
Pero es que además, a la Albufera llegan aguas que recogen todos los residuos que acaban en las ramblas de la provincia, y ya se han detectado niveles altos de PFOS en los peces, hasta el punto de que desde hace casi un año ya no se pueden capturar carpas en la laguna. Los PFOS son uno de los tipos de los conocidos como contaminantes eternos: provienen principalmente de la industria y están relacionados con problemas graves de salud.
La Generalitat es la principal responsable de la conservación del parque, aunque el Ministerio de Transición Ecológica también tiene competencias, así como los ayuntamientos de la zona. La semana pasada el Gobierno central anunció un plan de 56,3 millones de euros con un proyecto principal que consiste en crear un anillo vegetal que proteja el humedal, como ya se está haciendo en Doñana o el Mar Menor, donde la agricultura y la ganadería intensiva han causado estragos similares. Sumado a esto la inversión de la Confederación Hidrográfica del Júcar, la inversión total es de 132,5 millones. El último parte de la Generalitat también eleva su partida a más de 100 millones, y su próximo trabajo será dragar del fondo para retirar la ingente cantidad de sedimentos agrícolas que llegaron con la dana.
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Javi Jiménez contesta que estos grandes montos de dinero están muy bien, pero que hay que fijar una meta clara de a dónde se quiere llegar, porque parece que la Generalitat se contenta con regresar a la situación que había el día antes de la dana. "En cuatro décadas de proyectos e inversiones hemos visto que esto no tira para adelante. Un objetivo claro podría ser de aquí a diez años, tener el agua transparente", propone. "Y para eso hace un presupuesto estructural anual acordado con pescadores, ecologistas, cazadores, agricultores...".
Aunque ahora parezca mentira, hace un siglo estas aguas eran cristalinas, pero en 1973 la reserva sufrió un colapso total por el crecimiento urbano y agrícola a su alrededor, hasta el punto de que la bahía –originalmente de agua salada– estaba incluso en peores condiciones que tras la dana. En 1986 recibió la figura de Parque Natural para intentar impulsar su recuperación, y después entró en la prestigiosa lista de humedales Ramsar (1989) y en la Red europea Natura 2000. "Estamos mucho mejor que en los años 80, pero notablemente peor que hace siete años", resume Carles Sanchís, doctor en Geografía por la Universitat de València.
Las memorias del parque revelan que en 1981 se alcanzaron concentraciones de clorofila (fitoplancton) de 500 mg/L de agua, mientras que en 2023 –última memoria disponible– era de 150 mg/L. En todo caso, esa cifra dobla el límite a partir del cual un estanque se considera en situación hipertrófica, donde la proliferación de vegetación es extrema y se come el oxígeno. Los análisis del Ministerio de Transición Ecológica tras la dana también identifican niveles elevados e incluso del límite legal de sulfatos, magnesio disuelto, glifosato, calcio disuelto y fósforos.