Gestión del agua

Un otoño probablemente seco y unos embalses 12 puntos por debajo de la media amenazan con la próxima gran sequía

Embalse de Salas (Ourense, Galicia).

España aún no está hablando de sequía, pero un "colapso hídrico" es posible de aquí al verano que viene, sobre todo en las cuencas más tensionadas. No solo porque llueva poco, lo que conocemos como sequía meteorológica. También porque tengamos poca agua: sequía hidrológica. Si las precipitaciones son cada vez más escasas por efecto del cambio climático y el consumo es cada vez más alto, las consecuencias parecen inevitables. Los embalses del país están en mínimos históricos, por debajo de los registros de 2020 y 2019 para estas fechas y 12 puntos por debajo de la media. La cuenca del Guadalquivir ha empezado el año hidrológico en situación de alerta y la del Guadiana en emergencia sobre todo en su cabecera, entre Ciudad Real y Albacete. 

El problema añadido es que este otoño podría ser especialmente seco, según las predicciones de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). "Para el periodo octubre-noviembre-diciembre de 2021 existe una mayor probabilidad de que la precipitación se encuentre en el tercil seco en toda España, con menor probabilidad cuanto más al este", asegura el Ministerio para la Transición Ecológica que, en su informe mensual de sequía correspondiente a septiembre, advierte de las consecuencias para las cuencas del Guadalquivir y del Guadiana. "No es una época de demandas importantes, pero se estaría a expensas de la meteorología del final del otoño y del invierno para que no fuera necesaria la adopción de medidas más severas de cara a los meses de mayor demanda del año 2022". 

Rubén del Campo, portavoz de la Aemet, matiza que "estas predicciones tienen lo que se conoce en términos meteorológicos como pericia limitada", es decir, que el margen de error es amplio porque la estimación se complica a largo plazo. "Pero en principio, lo que se prevé como escenario más probable es que en la mayor parte de la península sea un trimestre con precipitaciones inferiores a las normales". Sin embargo, en el este, incluido Baleares, "los modelos no se ponen de acuerdo". La Aemet hizo definitivas este viernes sus conclusiones sobre lo que está por venir en otoño.

Los embalses no están bien. El gráfico, de la web embalses.net con datos de Transición Ecológica, es muy claro. Tenemos mucha menos agua embalsada que de costumbre, aunque las últimas lluvias han ayudado a aplanar la caída libre vivida en verano, y natural por estas fechas. Lo ocurrido en 2019 y 2020 señala que la situación no es puntual: los recursos hídricos están muy lejos de la media de los últimos 10 años. Están al 39,34% frente al 46% de la misma semana de 2020 y el 51,90% de la media. Murcia es la que se lleva peor parte, con un 22,97% de capacidad en sus pantanos, seguida de Andalucía (31,45%), Extremadura (34,46%) y Castilla-La Mancha (35,54%). 

Hay que tener en cuenta que los embalses no son el único recurso hídrico con el que cuenta principalmente la agricultura, que consume entre el 80% y el 90% del agua dulce con el que cuenta el país. También contamos con el caudal de los ríos, las aguas subterráneas o las desaladoras. Otoño es el mes más lluvioso del año, así que aunque llueva poco, lloverá, pero podría no ser suficiente ni para este año ni para 2022 según reconoce Transición Ecológica, que habla de "medidas más severas". 

Hasta ahora, la sequía meteorológica (ausencia de precipitaciones durante un periodo prolongado de tiempo) no ha hecho aparición todavía salvo en algunas zonas concretas del norte peninsular. Entonces, ¿cómo se explica la situación de los embalses y la alerta de Transición Ecológica? Por la demanda. El regadío intensivo consume entre el 80% y el 90% de los recursos hídricos del país, explica el experto en gestión del agua y activista de Ecologistas en Acción Santiago Martín Barajas. Ante un escenario presente y futuro de escasez de lluvias y de sequías más prolongadas por el cambio climático, esta modalidad de agricultura no ha dejado de crecer: en 2020 alcanzó 3.831.181 hectáreas en 2020, 0,06% más que en 2019 y 1,5% en relación a 2018, según los últimos datos del Ministerio de Agricultura.

"Ha llovido en los últimos meses lo normal de los últimos años. Lo que está ocurriendo es que ha aumentado el consumo una barbaridad", asegura el ecologista. No solo por el regadío. También por el secano y el aumento de la eficiencia. "El abastecimiento urbano devuelve otra vez al sistema el 80% del agua como mínimo, cuando no más. El regadío devuelve el 10%, pero cada vez menos, porque es cada vez más eficiente". Y el recurso hídrico ahorrado no se utiliza para garantizar la sostenibilidad, sino para ganar dinero. "Se están poniendo en riego decenas de miles de hectáreas anuales de cultivos leñosos, como olivos, viñedos o almendros. Consumen poca agua, sí. Pero si tienes 800.000 hectáreas...", reflexiona. 

"Se va a generar un colapso hídrico en verano", pronostica Martín Barajas, "si tenemos un otoño seco y una primavera seca, que es lo habitual. "No es que lo vean las generaciones venideras, es que sera este verano", insiste. ¿Y cuáles serán las consecuencias? La más llamativa: cortes de suministro en el sur peninsular, como ocurrió en momentos concretos en los 90. Las grandes ciudades, como Madrid, se libran: sus embalses están al 65%. No porque llueva mucho, sino porque el regadío es testimonial. Pero la España rural podría sufrir con el racionamiento de un bien tan esencial, tan vinculado al bienestar básico. 

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El Gobierno plantea, en los planes hidrológicos que están en periodo de consulta pública, un 5% de reducción de la demanda hídrica de aquí a 2030. Como ese porcentaje no es suficiente teniendo en cuenta la explotación ya existente y la acción del cambio climático, la solución pasa por nuevas infraestructuras, como trasvases, embalses y desaladoras. Estas últimas son, de hecho, las protagonistas en el plan hidrológico del Segura, una de las cuencas más afectadas por las consecuencias del regadío intensivo. Los ecologistas piden un 25% de reducción del regadío, con una transición justa al estilo de la que se hace en las comarcas mineras. Los regantes y agricultores no quieren ni oír hablar de ninguna modificación en sus planes de negocio. 

Que va a llover cada vez menos en la península no es algo solo aceptado por la totalidad de la comunidad científica española, también avalados por los investigadores en clima más prestigiosos del mundo: los que elaboran los informes del IPCC, el panel de expertos en calentamiento global de Naciones Unidas. Hace unas semanas, presentaron un atlas, con la colaboración del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el que se puede comprobar cómo impactará el cambio climático en cualquier parte del mundo. Asumiendo que nos dirigimos a un escenario de 2 grados por encima de los niveles preindustriales en 2100, lo más probable dado el rumbo actual. 

El atlas del IPCC muestra, en el primer mapa, que la reducción de precipitaciones, en torno al 20%, será mucho más pronunciada en España que en el resto de Europa. El segundo, que marca los días consecutivos de sequía, muestra que precisamente el este peninsular, especializado en el regadío intensivo como modo de vida, sufrirá un aumento de días consecutivos de sequía como no se vivirá en casi ningún otro lugar del continente. Ante un otoño complicado que puede desembocar en un verano de 2022 más difícil aún, la demanda de agua sigue prácticamente inalterada en el país. 

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