Se lo debemos a ellas

Apenas le quedaba una semana de embarazo. Navidades, un bebé a punto de nacer, sus hijos mayores con ella… La vida de Elena estaba en ese punto cuando su ex pareja decidió ayer que los sueños y la vida de Elena iban a acabar. La vida de ella y la vida de su bebé. Si no era con él no era con nadie. La frase que tantas y tantas veces escuchamos: hombres propietarios de los afectos, las vidas, las decisiones de las mujeres…

Elena ha sido la última. La última de la lista más terrible de este 2022 que despedimos ahora. La primera fue Irina. En medio, Esther, Raquel, Virginia, Eva… Cerca de 50 mujeres que este año no se tomarán las uvas, no celebrarán la Navidad con su familia, no prepararán con la ilusión de siempre los Reyes de sus hijos la noche del 5 de enero. Elena deja dos hijos huérfanos, dos niños de 13 y 12 años que vieron cómo su padre acuchillaba a su madre; incluso el pequeño intentó arrebatarle el cuchillo al padre en un intento desesperado por evitar la muerte de su madre y del bebé que estaba a punto de nacer, de su hermano.

Como esos dos niños, muchos otros menores estas Navidades no tendrán nada que celebrar. Sólo intentarán que el dolor de la ausencia y el dolor de saber perfectamente por qué su madre ya no está, quién es el culpable, no les acabe comiendo por dentro. Intentarán evitar vivir en el odio. A pesar de que saben, y algunos lo han llegado a ver con sus propios ojos, que el odio te puede llevar a hacer cosas tan terribles como asesinar a alguien a quien se supone que amabas, aunque realmente nunca entendiste qué era realmente amar. Imaginas el inmenso dolor de esos pequeños estos días, sólo lo puedes llegar a imaginar. Los días y las noches oscuras que habrán pasado, el haber revivido esa escena quienes la presenciaron, el momento en el que supieron que su mamá no volvería nunca más porque papá la ha matado.

Si no era con él no era con nadie. La frase que tantas y tantas veces escuchamos: hombres propietarios de los afectos, las vidas, las decisiones de las mujeres…

Estos últimos días hemos vuelto a comprobar que la violencia machista no es ningún invento, que es una realidad terrible que sigue desgarrando a esta sociedad. La mayoría de las mujeres que han muerto este año asesinadas por sus parejas o ex parejas no habían puesto denuncia. Y esto es un enorme problema que hay que intentar atajar. Si no hay denuncia no hay forma de ayudar. Si no cuentan el infierno en el que viven, nadie va a poder hacer nada por intentar salvarlas.

La negación sistemática desde determinados ámbitos públicos de lo que está pasando es parte del problema. No admitir que esto nos incumbe a todos como sociedad es darles la espalda a Elena, a sus hijos y a todas esas mujeres que estas Navidades no estarán sentadas a la mesa mañana. No admitir que hay que educar también en esto, y legislar, es ser parte del problema. Si cada vez que escuchamos estadísticas de cómo los chavales entienden que deben de ser las relaciones de pareja, que justifican los celos como parte del amor, otra forma de querer, y no nos escandalizamos ni hacemos nada, dejaremos que esto siga pasando. Que siga habiendo más Elenas, más Virginias, Evas o Irinas.

Cada muerte es una tragedia. Que se vive de puertas para dentro, pero también de puertas para fuera. Lo que vivimos este jueves es insoportable. Y esto deberíamos de decirlo cada día, cada día. No podemos permitirnos como sociedad más muertes así. No podemos permitirnos que cada año 50 mujeres desaparezcan por el odio machista. Cada mujer asesinada es una vida, unos sueños, unos proyectos de vida que se han perdido. Se lo debemos a ellas. 

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