Cuando el PP exigió fulminar a Silvia Intxaurrondo, Xabier Fortes y David Broncano Jesús Maraña
... Con inteligencia artificial
El cofundador de la empresa OpenIA y creador del Chat GPT, Sam Altman, ha comparecido ante el Congreso de los Estados Unidos para pedir la regulación de sistemas de inteligencia artificial como el que él ha creado. Y ha dejado un titular que parece el tráiler de una peli de terror: “Puede salir muy mal”.
Seguramente, usted ha oído hablar de este chat en los últimos tiempos, sin ir más lejos en la última sesión de control al gobierno. Espinosa de los Monteros le hizo unas cuantas preguntas sobre economía a la vicepresidenta Calviño tirando de chat GPT. O sea, no las elaboró él ni nadie de Vox con inteligencia natural, sino que recurrieron a esta nueva herramienta tecnológica. Y el diputado le puso a la ministra el chiste en bandeja: “Lo dice todo que haya tenido que recurrir a la inteligencia artificial para hacer su pregunta”.
El concepto “inteligencia artificial” da juego para el chascarrillo, pero, al tiempo, produce miedito. Todo aquello que supone una transformación sustancial del mundo conocido nos genera vértigo. Esta es una reacción humana recurrente a lo largo de la historia, pero hay cambios y cambios… Y este es de los profundos.
Claro, si al miedo natural a lo desconocido se suma que el creador —que se forra con su invento artificial— te dice cuidadín en modo Chiquito, te tiemblan las canillas: “Mi peor temor es que causemos un daño significativo al mundo”. Altman alerta sobre el peligro del aumento de la desinformación, la instrumentalización a través de campañas orquestadas e incluso la provocación de guerras, a partir de la utilización indiscriminada de la IA.
Todo aquello que supone una transformación sustancial del mundo conocido nos genera vértigo. Esta es una reacción humana recurrente a lo largo de la historia, pero hay cambios y cambios… Y este es de los profundos
Lo que ha venido a advertir el exitoso inversor de Silicon Valley es que los usos beneficiosos de la inteligencia artificial pueden ser muy valiosos para la humanidad: la investigación sobre el cambio climático o la búsqueda de la cura del cáncer… pero si no hay regulación de la herramienta, el riesgo es altísimo.
Es decir, que si la Inteligencia Artificial la pillan los malos para hacer maldades, vamos jodidos. Esto ha pasado toda la vida de Dios con la inteligencia natural; si quien la posee la emplea en fines nobles, guay, pero como la use para decidir maldades, te funde viva.
La comparecencia de Altman tiene un aire a la novela de Mary Shelley. El doctor Víctor Frankenstein se pone a juntar piezas de varios cadáveres y crea un maromo que no cabe por la puerta del estadio United Center de la NBA. Y cuando el monstruo gigante toma vida propia y la cosa se le va de las manos, Frankenstein se acojona. Y nosotros también.
En estos días, he hecho algunas pruebas empíricas para comprobar si la inteligencia artificial tiene sentido del humor y le he pedido chistes al chatGPT. Les confieso que no me han hecho gracia. Puede ser que no tuviera yo el día o que la Inteligencia Artificial no domine el humor, de momento. Y esta sí sería una buena noticia, porque el humor es la mejor herramienta para salvarnos del miedo.
“Puede salir muy mal” suena a tráiler de peli de terror, sí, pero si lo miras con los ojos de la risa puede ser también el anuncio de una comedia de desastres. Es que en la vida todo tiene una vuelta humorística. De la novela de Mary Shelley, de hecho, se hizo una de las más brillantes comedias del cine, El jovencito Frankenstein. Ese “puede salir muy mal” de Sam Altman ante el Congreso podría equivaler a una de las frases de Mel Brooks en boca de Igor: “Espere, amo, puede ser peligroso, usted primero”.
Puttin on the Ritz El jovencito Frankenstein
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