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Terror en el hipermercado, horror en los ultramarinos

Lo más feo de la historia de Poncio Pilatos es el agua. La leyenda dice que se lavó las manos en una palangana, pero no de qué color la puso, si roja, negra o siguió transparente, como símbolo de una maldad cobarde, la de quien hace daño por la espalda, actúa desde las sombras, tira la piedra y esconde la mano. Hay gente así en la vida real, que perjudica a otros, saca un beneficio del sufrimiento ajeno y le echa la culpa a las circunstancias o al Gobierno. Eso es, al menos en parte, lo que está sucediendo en España con la inflación desbocada que pone a tantas personas a los pies de los caballos: los precios están por las nubes y las familias no pueden llenar sus cestas de la compra. Si sumamos a eso el delirio de la energía y los combustibles, los sueldos bajos y los alquileres altos, nos daremos cuenta de que el Estado del bienestar existe, pero cada vez para menos ciudadanos.

¿Quién les cambia las etiquetas a los productos de primera necesidad y les va sumando unos céntimos por aquí, un euro por allá…? ¿El Consejo de Ministros o los dueños del híper o súpermercado? Y la segunda pregunta es: ¿Se trata, en cualquier caso, de un incremento necesario, tiene de verdad tanto que ver con la invasión de Ucrania que una docena de huevos o un litro de leche, aquí y ahora, en España, cuesten lo que cuestan? El último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura dice que en septiembre los precios de las materias primas alimenticias, cereales, azúcar, productos lácteos, carne y aceites vegetales, han registrado una bajada del 1,1%, que es la sexta consecutiva en lo que va de año; pero en nuestras tiendas esa rebaja no se nota, al contrario. Por no hablar de los miles de productos almacenados hace seis meses que se venden como si acabaran de llegar del frente en un barco de guerra. O sea, que hay quien está haciendo un gran negocio con los sufrimientos ajenos, por desgracia como casi siempre. Los carros de la compra cada vez están más vacíos y las cajas registradoras más llenas.

A nivel mundial, el precio de los alimentos se ha incrementado el 5,5%; en Europa, un 10,1%; en España, el 14,4%. ¿De verdad lo que ocurre en Ucrania nos afecta a nosotros dos veces más que a medio planeta?

Sobre todo, algunas de nuestro país, donde la pillería, en estos casos, es marca de la casa, sobre todo de ciertas casas en las que, irónicamente, suele vivir alguien que primero exprime a su clientela y luego va dando lecciones de urbanidad y patriotismo, o lanzando campañas en las que se presenta como benefactor de los necesitados y mano solidaria. Sin embargo, los números son demoledores: a nivel mundial, el precio de los alimentos se ha incrementado el 5,5%; en Europa, un 10,1%; en España, el 14,4%. ¿De verdad lo que ocurre en Ucrania nos afecta a nosotros dos veces más que a medio planeta y un 4,3% más que al resto de los de nuestro continente?

Contra estos abusos, no se les puede llamar de otra forma, cabría pedir una regulación de los precios, naturalmente de los productos básicos, pero a quien lo hace, inmediatamente le cuelgan el sambenito de comunista, pero de los de cheka, pistola al cinto y tren a Siberia, nada de teoría política, aquí no hay medias tintas, se va directamente a Stalin y el archipiélago Gulag, y santas pascuas: todo demagogo es un buen pintor de brocha gorda. Y algunas lideresas y barones, de hecho, tiran por la carretera que va en la dirección contraria: ¿que la crisis empieza a poner con el agua al cuello a los pobres? La solucionamos con leyes a favor de los más afortunados. La presidenta de la Comunidad de Madrid, por ejemplo, va a recurrir ante el Tribunal Constitucional la imposición, por parte del Gobierno, de un impuesto temporal a las mayores fortunas, para que los que más tienen hagan un esfuerzo mayor, en estos tiempos convulsos. Ya sabemos que ella se opone a todo, pero, aún así, resulta estremecedora su falta de empatía.

Cuando llegue el frío y haya quienes se vean morir de hambre, de frío o de las dos cosas, igual ordena que no los lleven al hospital, como a las y los ancianos de las residencias. En cualquier caso, en las aguas que ella y los suyos agitan se ve muy claro: si por una parte te opones a que se aumenten el ingreso mínimo vital o las pensiones, por otro te opones a que se controlen los precios de los productos básicos y se limite el del gas y la electricidad; y, para terminar, defiendes como gato panza arriba los privilegios de los ricos, el resultado de la ecuación está muy claro. 

O a lo mejor es que cuando leen el último balance del Instituto Nacional de Estadística y ven que los alimentos y bebidas no alcohólicas han sufrido “la subida más alta desde el comienzo de la serie, en enero de 1994″, sobre todo “por las legumbres y hortalizas, la leche, los quesos y huevos y la carne”, se dicen: ¿Y a mí qué? Y luego se sientan a la mesa y esperan que les sirvan algún manjar. Mientras llega, pueden consultar en su teléfono móvil a cuánto ascienden sus ganancias: Mercadona ingresó 680 millones de euros, un 3,3% más; Carrefour, 383, un 23% más; Lidl creció un 17%... Son cifras, pero también hablan y la que cuentan es otra historia. Para los demás, la música es otra, la de Alaska y Los Pegamoides: terror en el hipermercado, horror en los ultramarinos.

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