Cayetana, La Oreja de Van Gogh y una crisis reputacional Eva Baroja

“La violencia machista es una obviedad”, ha dicho Núñez Feijóo, pero al mismo tiempo la niega a través del coro de “voxes” que ha formado al pactar y unir los mensajes de la derecha y la ultraderecha. Porque se trata de eso, de un mensaje coral donde unas voces suenan más graves y otras más agudas, pero todas dentro del mismo coro y cantando la misma canción bajo la batuta de una cultura androcéntrica que sólo admite su partitura en el teatro de la realidad.
El Diccionario de la Lengua Española lo dice muy claro: obviedad, en su primera acepción, es “que se encuentra o pone delante de los ojos”, y en la segunda, “muy claro, que no tiene duda”.
La violencia de género es una obviedad porque la violencia que sufren las mujeres, con sus 60 homicidios y las 375.000 maltratadas cada año, está construida, en cuanto a sus motivaciones y objetivos, sobre las referencias de una cultura androcéntrica que la ha utilizado como una forma de dominarlas y controlarlas para que permanezcan en los espacios y roles que previamente les ha asignado. Se trata de una violencia estructural, es decir, que nace de las propias normas de convivencia que nos damos a la hora de establecer las relaciones y funciones dentro de ellas, y que se sitúa como parte de la normalidad. Unas características que llevan a que las propias víctimas y sus entornos digan lo de “mi marido me pega lo normal”, y que aún esté presente como tal referencia androcéntrica en los más jóvenes, hasta el punto de que el 15,4% de los chicos la integren dentro de sus relaciones de pareja bajo la idea de que “si es de poca intensidad, no es un problema para la pareja” (Barómetro CRS 2021). Lo sorprendente es que lo afirman los mismos chicos que dicen que “la violencia de género no existe, y que se trata de un invento ideológico”, una idea que es manifestada por un 20% de ellos.
Todo muy obvio, como se puede ver, tan obvio como el propio machismo, puesto que es él quien crea las circunstancias para que se produzca la violencia de género, y es él el que aporta las justificaciones por medio de sus mitos y estereotipos para integrarla dentro de la normalidad. Así vemos que quienes dicen que la violencia de género no existe al mismo tiempo afirman que pegarle a una mujer con poca intensidad no es un problema para la pareja. Es decir, que la violencia de género existe, pero no existe, una obviedad de su negacionismo.
Vemos que quienes dicen que la violencia de género no existe, al mismo tiempo afirman que pegarle a una mujer con poca intensidad no es un problema para la pareja
El negacionismo no es una simple negación, como intenta hacer creer el machismo conservador para que no se descubra su estrategia. También lo vemos en el Diccionario de la Lengua Española; negacionismo es una “actitud que consiste en la negación de determinadas realidades y hechos históricos o naturales relevantes”. No es el hecho de negar, sino la actitud para hacerlo, y de ese modo evitar enfrentarse a una verdad incómoda. Por eso el antropólogo francés Didier Fassin habla de “posición ideológica”, porque lo que se produce es una estrategia en defensa de la ideología que hace del negacionismo una hoja de ruta para negar todo lo que no encaje en ella o cuestione su modelo. Por eso se niega la violencia de género, la pandemia, el cambio climático, los derechos de determinadas personas… todo lo que haga falta para que su modelo de sociedad y cultura no se vea agitado y se reafirme con sus negaciones. Esa es la razón por la que hablamos de que detrás del negacionismo lo que en verdad hay es un “afirmacionismo” de su modelo.
Esa posición es la que también lleva a hablar de “negacionismo grupal”, como afirma Michael Specter, pues no se trata de lo que decida un número mayor o menor de personas, sino de sentirse parte de un grupo en la defensa de sus ideas, valores y creencias por medio del negacionismo, y de ese modo verse reconocido como miembro del grupo. Esa es la razón por la que son tan activos y activas sus miembros, porque necesitan ser reconocidos como uno de ellos.
La actitud del PP en sus relaciones con Vox demuestra una estrategia común en esos mensajes corales donde unos cantan con voz grave y otros lo hacen con voz aguda, pero los dos “dan el cante” ante la realidad. Nada nuevo, es la vieja táctica del “poli bueno – poli malo”, pero con la terrible consecuencia de que su resultado es malo para las mujeres que sufren la violencia (también para las que los votan), y para toda la sociedad que se ve sometida a la desigualdad y discriminación por medio de uno de sus instrumentos, como es la violencia de género.
Es obvio que la violencia de género existe, y es obvio que la ultraderecha la niega con el acompañamiento de la derecha, lo cual demuestra la obviedad de que el objetivo es negar la violencia de género porque existe. Si no existiera no se molestarían en negarla.
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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue delegado del Gobierno para la Violencia de Género.
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