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El aleteo de Murcia y la refundación del trumpismo en Madrid

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en rueda de prensa.

Gaspar Llamazares

"El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo". Proverbio chino.

 

El aleteo de la mariposa de la censura en Murcia ha provocado un vendaval en Madrid de convocatoria electoral y mociones de censura y más tarde ha vuelto a Murcia en forma de turbulencia, aderezado con sus correspondientes tránsfugas y finalmente con la reválida del gobierno de la derecha. Un esperpento.

Poco importa que haya sido una trampa de la derecha con informantes en ciudadanos, solo una respuesta defensiva la moción de censura o que ahora sea una racionalización a posteriori sobre sesudas estrategias en el duelo de asesores y consultores de cabecera. Lo cierto es que ha sido un fiasco en Murcia y ha provocado una tempestad en Madrid y quién sabe si de sus resultados se abrirá una nueva oportunidad para el derechazo populista. La operación es de hondo calado en la derecha y el PSOE ha calculado desde la perspectiva superficial de cuidar el comodín que le salvó las prórrogas finales del estado de alarma, pero que luego fue incapaz de aguantar las presiones externas y las divisiones internas para acordar los presupuestos. La última oportunidad de un proyecto populista sin norte y sin espacio.

La moción de censura al gobierno de coalición del centroderecha en Murcia ha servido también de argumento a la presidenta Ayuso y probablemente a más ex dirigentes del PP para desencadenar la disolución de la asamblea y convocar elecciones en la Comunidad de Madrid, utilizando para ello el relato populista de campaña cuyo lema es la libertad frente al socialismo. Una operación que se estaba dibujando hace tiempo debido a la presión a que esta sometido tanto el viejo como el nuevo PP a causa de la corrupción sistémica. La operación de Madrid llevaba tiempo esperando su oportunidad y estaba prevista. La nueva derecha ya se ha lanzado en primer lugar en Madrid.

Todo comienza con la huida hacia adelante de Ciudadanos ante su acelerada decadencia y desaparición sociológica, primero de proyecto de centro y luego electoral, que en política que siempre tiene graves riesgos, primero por sus efectos en cadena en el resto de las alianzas de gobierno con la derecha, pero también en el mismo origen y en los principales actores de la moción de censura en Murcia.

Se trata de un error estratégico. No se trata de juzgar intenciones, sino de valorarla por sus resultados: estamos ante el canto del cisne de lo que aún quedaba del centro politico y en perspectiva, sus consecuencias consolidan la hegemonía de la alianza con la extrema derecha. Primero Madrid, y luego a saber. El tufo de moralina de las reacciones del PSOE y de Ciudadanos demuestra que unos hace tiempo que perdieron el oremus y otros pierden ahora el comodín alternativo a los apoyos independentistas. Convertir una jugada aventurera, su más que previsible fracaso y su réplica favorable a la derecha, en una cuestión moral de tránsfugas y esclavos es más preocupante aún que el propio resultado. La bajeza moral, inherente a la vida social y a la política era ya suficientemente conocida y estaban obligados a contar con ella, sobre todo si tus filas se muestran divididas.

Las réplicas de la moción de censura fallida en Murcia puede provocar más allá de la crisis de la dirección de Arrimadas y en todo caso la lisis de lo que aún queda de ciudadanos en las instituciones, la pesadilla de ocupación de la derecha por el tándem PP-Vox.

Arrimadas eso sí tardará en asumir su responsabilidad como se hacía en la vieja política.

Por eso, el gobierno Ayuso y su apoyo de la extrema derecha se han lanzado la convocatoria electoral anticipada y han anunciado el ineludible acatamiento y al tiempo el recurso al cierre perimetral de Madrid decidido por el Consejo Interterritorial para el puente de San José y la semana santa.

Atendiendo a la diversidad de interpretaciones jurídicas sobre las mociones de censura y el adelanto electoral, y conociendo por sus actos a la mayoría conservadora del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, no cabía ninguna duda que, al igual que rechazó en solitario el cierre perimetral de Madrid dictado por el gobierno central, ahora avale las elecciones anticipadas.

El gobierno Ayuso y sus asesores han entendido perfectamente de que va esto del tiempo populista que vivimos. Lo de menos es la realidad de la pandemia y sus dramáticas consecuencias sanitarias y sociales. Lo verdaderamente importante es el relato de la defensa de la libertad de consumo de Madrid frente a la pandemia socialcomunista del gobierno central y la ruina de las medidas de salud pública. La libertad del mercado inmobiliario de amiguetes en IFEMA y el Zendal y la libertad de consumo en las terrazas y los restaurantes, fundamentalmemte de las zonas comerciales y de alta renta. El populismo clasista del agravio, la venganza y la libertad de comercio y consumo por bandera, frente a una pandemia, que para su propaganda es sinónimo de socialismo. Los infectados y fallecidos son lo de menos.

Por eso estas elecciones no van de política ni de resultados de la gestión de gobierno en un momento crítico. La única gestión prioritaria ha sido la agitación política del agravio de Madrid frente a un gobierno que se califica de autoritario y criminal. Populismo extremista en estado puro.

De la otra parte, la elección inmediata de Gabilondo, sin siquiera dar tiempo a la firmeza de la convocatoria, muestra a un PSOE, que aventurero en Murcia, es sin embargo incapaz de una respuesta solvente a la estrategia de la nueva derecha populista. Parece que no se hubiera dado cuenta lo que se juega en Madrid. La nueva derecha es el producto más acabado de aquel conquistar el cielo populista que solo podía parir este socialismo o libertad primer estadio de orden o caos. Y, sobre todo, es banalizar la operación de la derecha porque algunos dirigentes del PSOE entienden con un pragmatismo chato que les puede venir bien. Una izquierda que hace tiempo decidió analizar también la realidad desde los esquemas conceptuales del populismo, asumiendo que este no es un sistema de ideas sino la condicion natural de la democracia moderna que hay que interpretar desde el oportunismo de las téncicas electoralistas. Es algo peor que una ingenuidad.

Se cree que las cosas no tendrá consecuencias en la esencia del sistema, pero no hay que descartar que un día se pudiera alcanzar el punto de no retorno. Ignorando que la democracia no es un sistema natural y ni la estación termino de la historia y a fuerza de quedar vaciada puede ser derrotada. La generación de niños crecidos en democracia la da por descontada, pero no debería.

El amaterismo político, más que la mera juventud, es lo que ha traido. En ningún arte y en al vida la experiencia y el dominio artístico son prescindibles (Platón). En la política lo novel parecía conjurar toda complejidad. Ahí lo tenemos: una situación de permanente estado electoralista que impide el gobierno.

En estas mismas fechas se han aprobabado medidas económicas y laborales de extraordinaria importancia para la recuperación económica, pero que han quedado ocultas para la ciudadanía tras la repercusión del ruido del de censuras y adelanto electoral. La política reducida a forcejeo partidista y la estrategia degradada en un relato autolítico.

No hay que descartar que al final salgan debilitados de todo esto tanto los partidos y la izquierda, como las instituciones democráticas, y por el contrario se fortalezcan el populismo y la extrema derecha.

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Ese es el objetivo de la nueva derecha que sí está dispuesta a conquistar la realidad. De ahí el argumento ya en marcha sobre la normalidad de pactar con Vox al igual que el PSOE lo hace con Podemos. Cuando se busca la normalización del pacto con la extrema derecha ante el votante de centro derecha, es obvio que el objetivo no es solo Madrid. Es evidente que populismo de izquierdas y extrema derecha no son lo mismo. La extrema derecha es el retorno a la barbarie de la humanidad. No obstante el populismo de izquierdas corroyó el dique que separaba la convivencia política de la barbarie que esperaba fuera, ese dique se llamá democracia representativa. Ahora ya están dentro y no se detendrán desde el frentismo o la violencia social. El reto de lo que ha explotado en Madrid es enorme.

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Gaspar Llamazares es fundador de Actúa

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