Galicia en llamas: la herencia incendiaria de Feijóo

En Galicia, cada verano parece repetirse un guion trágico: columnas de humo, aldeas evacuadas, brigadistas exhaustos y miles de hectáreas reducidas a ceniza. Este 2025 no ha sido la excepción. El incendio de Chandrexa de Queixa, Ourense, con más de 4.000 hectáreas arrasadas y un despliegue tardío de medios, ha vuelto a poner sobre la mesa una pregunta incómoda: ¿Qué dejó Alberto Núñez Feijóo tras 14 años al frente de la Xunta en materia de prevención y gestión de incendios? La respuesta, según técnicos forestales, ecologistas y datos oficiales, es demoledora: un sistema opaco, reactivo y estructuralmente ineficaz.

Entre 2009 y 2022, la Xunta gestionó más de 3.000 millones de euros en políticas contra incendios. Sin embargo, la transparencia sobre el uso real de estos fondos es mínima. Iniciativas anunciadas a bombo y platillo —desde redes de cámaras de vigilancia hasta flotas de drones— acabaron convertidas en material inoperativo o directamente abandonadas. Pura propaganda, una vez más.

La Sociedade Galega de Historia Natural y el Colegio Oficial de Ingeniería Técnica Forestal han señalado repetidamente la ausencia de un plan coherente de gestión forestal. Mientras tanto, la superficie de eucalipto creció sin control, alimentando el riesgo de incendios explosivos. El abandono de las zonas rurales, sin incentivos reales para el cuidado del monte, ha hecho el resto.

Durante los mandatos de Feijóo, la política se centró en la extinción y no en la prevención. Brigadas temporales, personal mal pagado y pocas contrataciones que comenzaban tarde y en plena temporada alta fueron la norma. Una estrategia de “apagar fuegos” que, paradójicamente, nunca logró frenar la escalada de hectáreas quemadas.

La crisis de Chandrexa: síntoma de un sistema agotado

Un ejemplo es el reciente incendio en Chandrexa de Queixa en Ourense, que puso a prueba la capacidad de reacción de la Xunta. Mas de seis mil hectáreas arrasadas por las llamas, casi una tercera parte de la superficie municipal. El resultado: evacuaciones apresuradas, desde las casas hasta la residencia de mayores de la localidad, falta de medios en las primeras horas y una sensación generalizada de improvisación y miedo.

Aunque no hay, afortunadamente víctimas mortales, sí hay heridos graves y el daño ambiental y económico es severo. Para muchos vecinos y expertos, la gestión actual es la consecuencia directa de años de políticas erráticas y ausencia de planificación estructural bajo el gobierno de Alberto Núñez Feijóo, quién, suponemos, está de vacaciones en su casa de Moaña. 

Recordemos que hay ya casi doce mil hectáreas que ha devorado el fuego en Galicia en pocos días.

Entre la retórica y la realidad

Feijóo, ya como líder del PP en Madrid, no ha dudado en acusar al Gobierno central de “inacción” y “falta de sensibilidad” ante los incendios. Sabe perfectamente que la gestión es autonómica. Sin embargo, su propia trayectoria al frente de la Xunta está marcada por la falta de reformas profundas y la preferencia por operaciones mediáticas.

La imagen que dio la vuelta a España en 2006 —Feijóo con una manguera de jardín en mano, y náuticos, apagando un fuego para la foto— se ha convertido en símbolo de una gestión más estética y propagandística que efectiva. Hoy, mientras Galicia sigue ardiendo, la pregunta es si algún dirigente del PP gallego está dispuesto a asumir responsabilidades y romper con este ciclo de negligencia institucional. ¿El mismo Feijóo, o Miguel Tellado?

Feijóo no dejó un modelo eficaz: dejó un modelo frágil, caro y orientado al negocio privado

Feijóo y el fuego: catorce años de recortes, privatización de servicios y abandono del monte gallego

Durante catorce años, Alberto Núñez Feijóo gobernó Galicia presumiendo de “operativos históricos” y “modernización” de la lucha contra incendios. La realidad, respaldada por datos, testimonios y resoluciones parlamentarias, es que su gestión debilitó de forma sistemática la capacidad preventiva y de respuesta ante el fuego.

Lo hizo con recortes presupuestarios, supresión de brigadas, privatización de medios aéreos y una estrategia comunicativa diseñada para desviar la responsabilidad hacia supuestas “tramas de incendiarios” que nunca se han probado. En política forestal, Feijóo no dejó un modelo eficaz: dejó un modelo frágil, caro y orientado al negocio privado.

Desgranamos en varios puntos su nefasta política mediomabiental:

1. Recortes y supresión de efectivos en plena temporada de riesgo

En octubre de 2017, con Galicia ardiendo y decenas de aldeas evacuadas, la Xunta de Feijóo había despedido a 436 brigadistas apenas días antes. Él lo defendió como un “ajuste normal” pero el ajuste dejó zonas enteras sin equipos en un mes crítico.

En 2013 dinamitó los GRUMIR —brigadas municipales rápidas— y los sustituyó por GES dejando meses de vacío operativo.

2. Privatización y precariedad en los medios aéreos

Feijóo inició una externalización masiva de los helicópteros y brigadas helitransportadas, adjudicando millones a empresas como Inaer y Natutecnia.

En diciembre de 2012, Alberto Núñez Feijóo decidió la privatización “del servicio integrado de helicópteros y brigadas helitransportadas con destino a la prevención y defensa contra incendios forestales”.

La medida incluía la externalización del mantenimiento y puesta a disposición de las aeronaves y también de los equipos de brigadistas que viajarían en ellas. La privatización, con un coste para las arcas públicas de más de 12 millones de euros en dos años, dio lugar de inmediato a denuncias sindicales, que incluso llegaron hasta la Fiscalía, y que señalaban que con esta decisión la Xunta buscaba “beneficiar a ciertas empresas”. Inaer y Natutecnia se hicieron con las adjudicaciones, en un proceso sin concurso público.

La externalización del servicio de helicópteros se ganó la oposición frontal del colectivo de brigadistas del sector público. "Se convierte en un negocio la prevención y extinción de incendios"

En 2014, brigadas enteras denunciaron que trabajaban sin helicópteros.

3. Abandono de la prevención y de los convenios con los concellos

Durante su presidencia, Feijóo recortó de raíz los convenios para financiar brigadas municipales de limpieza y control de biomasa. En 2013, muchos concellos no recibieron fondos a tiempo para sus cuadrillas. Tras el incendio de As Fragas do Eume en 2012, la oposición denunció un recorte de 22 millones de euros en prevención. 

4. El discurso de la conspiración para tapar negligencias

Ante cada gran ola de fuegos, Feijóo repitió la tesis de una “trama de terroristas incendiarios”. Nunca hubo pruebas ni condenas. El entonces fiscal de Medio Ambiente en Galicia, Álvaro García Ortiz, afirmó: 'No hay ni una sola condena por terrorismo incendiario' 

En lugar de invertir en prevención, concentró recursos en contratos privatizados; en lugar de reforzar plantillas, recortó y precarizó

5. Voces desde la primera línea de fuego

En junio de este mismo año, 2025, la situación de los brigadistas era de suma preocupación ya que el período de máximo riesgo había comenzado sin que se hubiesen cubierto la totalidad de las plazas estructurales, poniendo en jaque la capacidad de respuesta de los efectivos.

Desde CSIF lamentaban que el verano estaba ya a las puertas y es cuando se dispara el riesgo de incendios. Las deficiencias en la planificación eran evidentes: "Un año más, llegamos tarde". En Galicia, la falta de cobertura de las plazas estructurales se sumaba a un escenario de por sí complejo, donde los profesionales se ven obligados a trabajar con medios limitados.

'Galicia inicia la temporada en cuadro… sin cubrir las plazas necesarias'

6. Un balance devastador

Lo que Feijóo deja tras catorce años no es un sistema moderno, sino una estructura debilitada. En lugar de invertir en prevención, concentró recursos en contratos privatizados; en lugar de reforzar plantillas, recortó y precarizó. En lugar de asumir errores, culpó a fantasmas incendiarios.

El reto pendiente

El cambio climático y la transformación del paisaje gallego exigen un cambio radical en las políticas forestales y en inversión: diversificación de especies, incentivos en limpieza y en mantenimiento del monte, recuperación de usos tradicionales y una inversión estable en brigadas y equipos profesionales permanentes.

Todo lo contrario a lo que fue la herencia de Feijóo: una Galicia más vulnerable, más “eucaliptada”, menos preparada, y con menos implicación institucional del gobierno del PP. El miedo y el fuego extremo ya son, por desgracia y cada verano, parte de nuestra nueva normalidad.

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