Entrevista

El tiempo de Luz Casal

"Estamos aquí de paso...", canta Luz Casal (Boimorto, A Coruña, 1958) en su nuevo disco, Que corra el aire (Warner Music). Y sigue: "en viaje hacia un fin marcado/ persiguiendo mil quimeras/ que se pierden con el Sol/ tras el ocaso...". La melodía, sin embargo, es alegre, con un punto jamaicano. Otra: "Es preciso saber/ que el tiempo no perdona/ no hay antes, ni después,/ solo existe el ahora". Esta es menos ligera, pero tampoco es grave. Y esto lo dice una mujer que ha sufrido el cáncer en dos ocasiones y que ahora, siete años después del último tratamiento, lanza su álbum de estudio número 15

"Para mí el paso del tiempo no es una carga", asegura quien ha cantado grandes temas de pérdida y nostalgia como "Te dejé marchar", "Piensa en mí" o "Entre mis recuerdos". Los del nuevo disco (que llega cinco años después de su último álbum con canciones inéditas) tienen en común el mar, el mar de su Galicia natal y de su Asturias adoptiva. Y otra cosa, que ella define como "una especie de claridad": "Saber que el tiempo no se debe de perder. Lo cual no quiere decir que tengas que estar activa todo el rato. Sino más bien en preguntarte si has hecho alto interesante con tu vida, algo que no tiene por qué ser grande". Luz Casal viste de verde, uno más intenso y menos acuoso que el que decora su último trabajo. "Y la sensación que este disco tiene es de esperanza", confirma.

Son once temas, ocho de ellos compuestos por la intérprete (junto con otros autores), de un pop-rock luminoso comandado por Ricky Falkner (miembro de Standstill y Love of Lesbian, además de productor de músicos como Quique González o Iván Ferreiro). A los instrumentos, figuras como Jairo Zavala (Depedro) o Diego Twangero. Nada de mirar al pasado. "Para mí", cuenta la gallega, "es importante el presente más que todo, y de tener un pie en otro lado, lo tengo en el futuro. El pasado no lo puedo trastocar. Con lo que he aprendido del pasado y con lo que vivo en el presente, el futuro lo puedo manejar mejor". Aunque dedica de nuevo una canción a su padre, "Meu pai", asegura que la única concesión a la nostalgia que se permite es "Morna", una incursión en este género caboverdiano emparentado con el fado portugués. "No me considero una persona nostálgica o aferrada al pasado, a que cualquier tiempo pasado fue mejor", protesta. 

¿Por qué me voy a retirar?

Nada de jubilarse, por tanto. Y eso que, desde hace un tiempo, se lo preguntan más de la cuenta. "Retirarse, ¿por qué? ¿Por qué me voy a retirar? No he acabado de decir la última palabra. Mientras tenga algo que decir, algo que cantar, y mientras tenga a alguien como oyente…", lanza. No se reconoce del todo en la mujer más que madura que quizás ven en ella los demás, esa gran dama de la canción con un aplomo a prueba de bombas. Se siente más cerca, asegura, de la adolescente que llegó a Madrid a los 16 años para hacerse un hueco en el mundo de la música. "No voy a negar la edad que tengo, porque sería de estúpidos y no me considero una persona estúpida", dice, con ese reconocible timbre de su voz y un hablar pausado. "Pero esta especie de encasillamiento de que en una determinada edad hay que hacer esto o lo otro, la verdad es que…". Decía la actriz Julia Gutiérrez Caba que, cuando alguien le cedía el asiento, ella todavía no entendía por qué. La cantante abre mucho los ojos: "¡A mí todavía no me ceden el asiento!". 

En enero, en el Teatro Real, y tras un recital junto a la Banda Sinfónica, una voz gritó desde el público: "¡Eres un ejemplo!". Ella respondió: "Soy una mujer de aldea". Desde que hizo pública su enfermedad, se ha visto convertida en un referente para quienes también la han sufrido. Pero mucho antes era ya una especie de figura de autoridad. ¿Por qué cree que ha sido así? "Yo no soy ejemplar. No tengo la osadía de considerarme algo", zanja. Más adelante, durante la conversación, sí concede en dos rasgos de los que se siente orgullosa: la tenacidad y la independencia. La primera, que le ha permitido mantenerse en un mundo "con su lado negativo", desde muy joven: "No es fácil hacer lo que deseas, si además lo que deseas no es lo habitual". La segunda, que le permite proclamar ahora, tras décadas de carrera: "Siempre he hecho lo que me ha dado la gana". 

Una autonomía por la que ha luchado, reivindica, desde que era una niña, hija única de una pequeña familia emigrada "cuando no era tan fácil viajar", saltando de concurso en concurso y de escenario en escenario desde los ocho años. "Nunca me ha gustado ser dependiente. He tenido que buscarme la vida para ser una persona lo más autónoma posible", cuenta. Y la independencia es algo, dice, que "se conquista". "Es como estudiar", explica, "para dejar de ser una ignorante tienes que esforzarte, para desarrollarte como individuo tienes que defenderte y en ocasiones incluso atacar". Igual de fiera se muestra en la canción "Tanto ruido": "Como un perro callejero/ libre y sin amo estoy./ ¡Lejos de alcanzar el cielo!/ Soy guardiana de mi cuerpo./ No me dejo encadenar./ Solo sirvo a quien yo quiero". Hablando de romper cadenas: nada de huelga el 8M. Aunque por ahora no tenga concierto que suspender, asegura que seguirá trabajando, aunque coincida con las reivindicaciones de la convocatoria. 

La gira empieza el 16 de marzo en Avilés. Y no la dibuja, precisamente, como algo placentero: "Esta profesión es dura. Requiere de un esfuerzo emocional que quizás no es perceptible, pero que puede quitarte toda la energía. Y requiere fuerza física, sin ninguna duda". Describe una rutina de despertares de madrigada, kilómetros en avión o en coche, estancias breves en hoteles, conciertos sagrados ("no puedes estar enferma, no puedes tener ojeras"), horas de atención al fan y poco tiempo de descanso. ¿Y a cambio? "A cambio, tienes una compensación enorme, un premio, que es tener al público expectante". Aunque le pidan por enésima vez "Rufino" o "Piensa en ti". "No me molesta en absoluto. Cuando te subes a un escenario es para darle gusto a la gente. Porque si no, me quedo en casa con el piano y dos amigos que se pongan a tocar la guitarra", zanja. Y de quedarse en casa, parece, nada de nada. 

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