¿Qué son las clases medias, ese espejo colectivo donde el PP busca votos y los españoles identidad?

Un cartel durante la manifestación del Primero de Mayo en Córdoba (Andalucía).

Esta semana el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, planteaba una estrategia para batallar con el Gobierno en el plano económico. Un tema, la economía, que había estado orillado durante meses después de que varios organismos internacionales destacasen el buen comportamiento macroeconómico de España. Incluso el ministro del ramo, Carlos Cuerpo, se había quejado de que la oposición no le hacía preguntas en las sesiones de control. Para poner en marcha esa estrategia, la formación popular se ha propuesto dirigirse a las clases medias y a los trabajadores que cobran anualmente entre 30.000 y 40.000 euros. “Aspiramos a rescatar emocional y económicamente a la clase media”, señalaban desde el equipo de Feijóo. Sin embargo, este marco de rentas no parece agrupar a la mayoría de trabajadores.

El salario medio anual en España en 2023 fue de 28.049 euros por trabajador, según la última Encuesta Anual de Estructura Salarial publicada por el INE en mayo. Las mujeres cobraron 25.591 euros y los hombres 30.372 euros. Sin embargo, si rebuscamos en los datos, el salario más frecuente, se quedó en 15.574 euros brutos al año, un importe que aumentó con respecto a 2022 un 8% por la subida del salario mínimo interprofesional. En el gráfico, que muestra el porcentaje de trabajadores en cada categoría salarial, el colectivo entre los 30.000 y los 40.000 euros no es el que más gente ampara, aunque sea el rango que ofrece el PP para hablar de clase media. Pero si se miran las encuestas de autopercepción, la mayoría de ciudadanos se sitúan a sí mismos como clase media.

Entonces, ¿qué hay dentro de este conjunto? “Clase media es un término algo ambiguo y 'atrapalotodo': da mucha flexibilidad a los partidos para dirigirse a una audiencia amplia y a la ciudadanía para reconocerse en ella”, resume Berta Caihuelas, investigadora de la Universidad Carlos III de Madrid. 

Hablar de clases medias es mucho más que hablar de rentas y salarios. “Definir solo por ingresos omite factores clave: no es lo mismo ganar 35.000 euros siendo inquilino que propietario, especialmente en el contexto actual del mercado de vivienda en España”, explica Caihuelas. Y además, aunque la denominada clase media habitualmente es la diana de los discursos políticos, tampoco es demasiado evidente para los expertos que este colectivo funcione como catalizador electoral. “Por mucho que se empeñen los marxistas, el interés objetivo del ‘salariado’ no es una posición autoevidente en cuanto se disipan las nieblas ideológicas”, advierte el sociólogo César Rendueles en su libro Contra la igualdad de oportunidades.

“Cuando se habla de clase media suele usarse una definición por ingresos o riqueza, a la que conviene añadir factores como la estabilidad laboral”, explica la investigadora. “Por ejemplo, el tramo entre los 30.000 y 40.000 euros anuales agrupa perfiles diversos y políticamente heterogéneos: los profesionales socioculturales (como los maestros) tienden más a la izquierda, mientras que los propietarios de pequeños negocios suelen inclinarse a la derecha”.

Sentirse clase media suele reflejar cierta seguridad material, algo así como: 'me podría ir mejor, pero no me va nada mal’

Si observamos los datos que da el CIS, en su último barómetro un 38% de los encuestados se consideran de clase media, siendo esta la opción más elegida. La siguiente categoría con más porcentaje es la “clase baja/pobre”, que agrupa a un 17%, seguida de la “clase trabajadora/ obrera/ propietaria”, con un 15,8% y de la “clase media/baja”, con un 13%.  Para la investigadora esto se debe, no a que tendamos a sobrestimar nuestra posición social, sino a que el concepto de clase media no se define únicamente por los salarios. “Vemos que el cruce entre ingresos del hogar y autoubicación de clase sigue un patrón bastante razonable: a mayor renta, mayor probabilidad de situarse en estratos medios y altos”, concluye Coihuelas.

“Sentirse clase media suele reflejar cierta seguridad material, algo así como ‘me podría ir mejor, pero no me va nada mal’”, explica la investigadora. “Eso puede favorecer opciones más conservadoras o menos transformadoras o radicales entre las personas que se identifican como clase media, ya que el status quo no se percibe como problemático”, concluye. De ahí que el PP haya redirigido su discurso a este conjunto.

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Otra definición que explica Rendueles en su libro amplía los parámetros económicos y demuestra también la popularidad del término entre la gente y su atractivo para el relato político. Esta asume que la clase media serían el 40% de personas que se ubican a ambos lados de la mediana de rentas, de forma que por encima solo quedaría el 30% más rico y por debajo el 30% más pobre. Esto que recoge el sociólogo es lo que ha hecho que muchos partidos se ocupen directamente de interpelarlos a ellos olvidando el concepto de la mayoría. Y aventura una definición: "No son ricos, sino asalariados con una posición económica desahogada: unos doce millones de personas que no viven una orgía de lujos decadentes, como los superricos, pero sí tienen acceso a niveles relativamente altos de consumo, alto nivel educativo, empleos de calidad y capital cultural". Lo que los ha llevado, concluye, a tener una cierta sobrerrepresentación en los programas de los partidos políticos.

La idea de clase media: ¿casa, coche y vacaciones?

“En el desarrollismo franquista, básicamente en los años 60 y 70, empieza a permear una idea de clase media que gira en torno al nivel de vida, a comprarte un coche, ir de vacaciones y poder aspirar a una vivienda propia”, explica Miguel Artola, profesor de Historia Económica de la Universidad Carlos III de Madrid. Esta idea, aunque ha calado en la forma en que concebimos nuestra posición de clase, “ya no es un horizonte tan claro” para las generaciones actuales, apunta. Por un lado, las prioridades se han ido redefiniendo y, por otro, los altos precios del mercado inmobiliario han desplazado este factor de la ecuación.

“En España siempre se ha puesto énfasis en un elemento como la casa en propiedad, pero en otros países esto no ha sido tan importante”. Ahora, matiza el profesor, “puede haber ciudades donde la vivienda es tan cara que mucha gente puede considerarse clase media sin ser propietario de su vivienda”. O puede darse la situación contraria, que el precio de la vivienda genere un malestar que haga que menos personas se reconozcan como clase media. Son las paradojas de la sociología entre las que debe navegar el discurso político, y más, cuando trata de capitalizar los malestares. “En el fondo, cuando un partido dice que apela a la clase media, trata de apelar a un colectivo en el que se identifican el grueso de los españoles”, concluye el profesor.

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