Torrejón, un modelo mortal Pilar Velasco
La sobreactuactuación tiene riesgos no siempre fáciles de calcular, y a Feijóo todo parece indicar que le está costando mucho calcularlos. Priorizar este viernes un acto de campaña más de Ayuso antes que la inauguración oficial del curso judicial, con el rey y el resto de altas autoridades del Estado al frente, es un error obvio que quienes le han aconsejado, y él mismo, reconocen con meridiana claridad, con incuestionable transparencia y certidumbre. Pero no pueden no sabotear ese acto institucional porque la elevación del listón de sus agravios patrióticos es tal que nada emite con suficiente fuerza el mensaje implícito a la mayoría de sus actuaciones y declaraciones desde hace dos años, es decir, desde la impotencia para gobernar ante la suma del resto de las fuerzas parlamentarias contra Feijóo y Abascal.
La delirante hipótesis del estado de colapso democrático al que ha llevado a España el gobierno de coalición les obliga a exceder cualquier forma de sensatez en la acción de la oposición y llevar tan al extremo (extremo derecha) su posición política y pública que se solapa no solo con la de Vox sino con la perpleja incomprensión de buena parte de su electorado, incapaz de interiorizar racionalmente que su jefe de filas se vaya con Ayuso en lugar de irse con el rey para no mancharse con la proximidad de un fiscal general (a la vista de la deplorable instrucción del caso, impoluto) y del abominable monstruo de la Moncloa. Hacer las cosas mal a sabiendas suele ser síntoma no solo de impotencia sino de desesperada huida hacia adelante a la espera de que un mal tren, una tromba desatada o un tsunami teledirigido arrolle al adversario mientras las propias huestes jalean sin ton ni son la misma estrategia que ya ejecutaron contra el PSOE los confesos miembros del sindicato del crimen a finales del siglo XX, es decir, Luis María Anson, Pedro J. Ramírez, Federico Jiménez Losantos, Camilo José Cela y algunos más. Recuerden las declaraciones de Anson de 1998, cuando la faena había culminado con éxito: “Para terminar con Felipe González se rozó la estabilidad del Estado”.
La delirante hipótesis del estado de colapso democrático al que ha llevado a España el gobierno de coalición obliga al PP a exceder cualquier forma de sensatez en la acción de la oposición
A Vox se le ve sonreír sin disimulo cada vez que el PP mete la pata en decisiones tan absurdas como esta, tan inútiles para sus propias aspiraciones y tan corrosivas de su propia credibilidad política ante la ciudadanía menos enfervorizada. Llevan dos años de alarmismo artificialmente cebado por sus propios medios (El Confidencial está brillando con luz verdaderamente ejemplar, como subrayan en el último número de TintaLibre Lilith Verstringe y Rodrigo Amírola), sin que sus expectativas de gobernar hayan mejorado sustancialmente y sin que el beneficio deje de ser repartido y basculante con Vox.
¿Qué sentido tiene perseverar en la versión más extremista y liante, verborreica, hiperbólica e inconsistente? Solo se me ocurre que el PP esté mimetizando a otros líderes políticos a quienes les ha funcionado la herramienta de la excitación pornográfica de las redes, sin que nada permita ahora mismo deducir el éxito de esa misión de Estado, aunque sí la intención de hacerlo tambalear.
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Jordi Gracia es filólogo, catedrático de Literatura Española en la Universidad de Barcelona, ensayista y codirector de TintaLibre.
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