El momento de Podemos

La inatacable convicción que transmiten las palabras de Ione Belarra e Irene Montero contra el gobierno de Sánchez –el gobierno de la guerra y de la corrupción– en ningún caso puede entenderse como sobreactuación o como una forma hipersónica de traspasar la barrera del sonido para llegar a la audiencia. Es verdad que fue su estrategia originaria: decirlas desde Podemos tan gordas y en tantos sitios que no había más remedio que prestarles atención. 

Con la entrada en el Gobierno de Pablo Iglesias, la pulsión supersónica bajó de decibelios hasta casi enmudecer y diluirse en la atonía que tanto le aburrió mientras ejercía la vicepresidencia. Soportó la sosería de gobernar dos telediarios, con razón, dada la natural vocación agitadora que exhibió como superestrella mediática (aunque ahora dice que su verdadera vocación es la docencia). Hoy sigue ahí, en la trinchera del activismo empresarial en expansión por América Latina y confiado en que el votante interiorice el principio fundacional de Podemos: PSOE y PP la misma mierda son. En estas semanas la actualidad los ha cargado de razones, dado que los centenares de investigados del Partido Popular, más los ya condenados en firme, más la participación a título lucrativo del partido, más las condenas de cárcel de unos cuantos capitostes populares solo hacen que confirmar esa equivalencia flagrante y manifiesta entre los dos partidos mayoritarios. 

Por lo demás, que la presunción de inocencia es una antigualla del Estado de derecho lo sabe hasta el más alérgico consumidor de la farramalla informativa que corre y vuela por las redes. El trabajo sucio a Podemos se lo está haciendo la derecha mediática y política desde hace dos años, aunque ese trabajo sucio incluyera durante los años anteriores inventarles una detrás de otra causas judiciales que han sido sistemáticamente descartadas por los jueces pero amplia, amplísimamente avaladas por multitudes de webs de medios o medios de web ultraderechizados sin disimulo y con objetivos políticos confesos. Los portavoces explícitos de esos medios no son exactamente secretos porque tanto Feijóo como Tellado como Ayuso se han hartado de repetir que el objetivo es quebrar a Sánchez y echarlo de una Moncloa a la que nunca debió haber llegado.

Que la presunción de inocencia es una antigualla del Estado de derecho lo sabe hasta el más alérgico consumidor de la farramalla informativa que corre y vuela por las redes

La expectativa de crecimiento de la orilla anguitista (o sea, del profeta Anguita) de Podemos se antoja francamente espectacular: es imposible no conmoverse con la radicalidad verbal y el aplomo argumental de Ione Belarra cuando insta a acabar con el bipartidismo y de paso con este gobierno. Lo saben ellos y lo sabemos los demás: la estrategia de las dos orillas (en una, la auténtica izquierda que puede con todo y en la otra la corrupción invasiva del resto) conduce en derechura y sin obstáculos a un incremento de votos y adhesiones imparable. ¿Con qué objetivo? Evidentemente, gobernar como fuerza más votada de la izquierda, y no está tan lejos ese objetivo ni es iluso ni utópico ni fantasioso; no es, como tantos creen ingenuamente, inalcanzable una expectativa de pongamos 30-35% de votos en favor de Podemos y su activismo de izquierda depurador y pesticida. Es verdad que si no acaban cumpliéndose esas expectativas, tan razonablemente moderadas, siempre podrán recriminar a los votantes de izquierdas no haber escogido su inmaculada pureza residual y haberse dejado pringar por el cobarde y socialdemócrata respaldo a la coalición que llaman con tan fino tino de la guerra y la corrupción. Virgen santa. 

__________________

Jordi Gracia es filólogo, catedrático de Literatura Española en la Universidad de Barcelona, ensayista y codirector de TintaLibre.

Más sobre este tema
stats