Golpe de machismo

El machismo, como la temperatura en verano, siempre es elevado en un ecosistema cultural donde nunca se pone el sol, de ahí el color blanco y negro que impone a la realidad. Lo que ocurre es que a veces se presenta con más intensidad, como “olas de machismo” que generan todo tipo de daños.

Lo importante es ser conscientes de que antes de que empiece la “ola machista” ya existe el machismo, y que cuando termina continúa también. Justo igual que sucede con la ola de calor, que es un aumento de su intensidad durante un periodo de tiempo, pero sin que antes o después deje de haber una temperatura alta.

El problema que tenemos es que la raíz cultural androcéntrica impide tomar conciencia de su gravedad, y hace que la sociedad se posicione frente al machismo de manera muy diferente a otras manifestaciones que también generan problemas, como ocurre con las olas de calor. Veamos algunas consecuencias de esa manera de entender las manifestaciones machistas:

  • Se reduce el machismo a la “ola machista” y a los resultados más graves que produce, como si el resto del tiempo no estuviera presente.
  • Se admite como adecuado y normal todo lo que antecede y sucede a la ola.
  • A pesar de su repetición, se preguntan “qué está pasando” cada vez que se produce el incremento del machismo.
  • Se adopta una actitud pasiva ante la “ola machista”, como si fuera algo descriptivo y no tuviera consecuencias.
  • Se niega la responsabilidad del machismo en los resultados que produce el propio machismo al elevarse su intensidad.

La actitud y la respuesta institucional ante las olas de calor es muy diferente. Nadie reduce el verano a la ola de calor, ni normaliza las altas temperaturas que puedan existir antes o después, tampoco se preguntan “qué está pasando” para que se produzca la ola, saben lo que significa y los elementos que confluyen en ese aumento temporal de las temperaturas. Y cuando se producen incendios, golpes de calor, deshidrataciones… también son conscientes de que se deben a la ola de calor. 

Tampoco se valora la vulnerabilidad de las mujeres que ya están sufriendo los efectos de la violencia antes de que comience la “ola de machismo”

Pero lo más llamativo es que conocer esas consecuencias se traduce en hechos para prevenir sus efectos, y todo son consejos y recomendaciones para que no se salga a la calle a determinadas horas, para que si se sale se adopten medidas y cautelas que eviten las consecuencias, para que se adapten las jornadas laborales de determinados trabajos, o para que en todo momento se beba mucha agua. Siempre considerando la vulnerabilidad previa que pueda existir en personas con determinadas patologías que las hacen más susceptibles de sufrir problemas ante los efectos del calor.

Y si al final se producen consecuencias negativas, nadie las niega, todo lo contrario, sirven para adoptar más medidas e intensificar las existentes.

Ya hemos visto que en la violencia de género no ocurre lo mismo. Por eso cada año por esta época, cuando aparece la “ola de machismo” alrededor de las vacaciones y del cambio de rutinas que ocasionan, y se produce el consecuente impacto en las dinámicas de familia que lleva al aumento de la violencia, no se es consciente de todos los elementos que definen la situación. Tampoco se valora la vulnerabilidad de las mujeres que ya están sufriendo los efectos de la violencia antes de que comience la “ola de machismo”. Y del mismo modo, sigue sin considerarse el efecto que tiene sobre los agresores que están pensando en asesinar a sus parejas el hecho de que otro agresor lo haya hecho antes, como si no formaran parte de la misma realidad y sus referencias androcéntricas, y como si no buscaran los mismos objetivos.

Y todo ello se acompaña del “negacionismo” de un sector de la sociedad que, en la práctica, actúa como quien “echa leña al fuego” para que los agresores se sientan reforzados y las víctimas desconfiadas ante un sistema que desde sus instituciones niega la violencia que sufren.

La cultura androcéntrica, desde su origen, viene definida por un calentamiento global y progresivo. Necesitamos un enfriamiento de la violencia a través del aire fresco y limpio de la igualdad. No basta con ventiladores ni aire acondicionado, necesitamos un nuevo hábitat cultural feminista.

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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue Delegado del Gobierno para la Violencia de Género.

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