Cuando queríamos ser indios Aroa Moreno Durán
Siguen los palestinos intentando probar su mérito, que no es otro que el de demostrar su valía para gobernarse a sí mismos, para tener su propio Estado, y para que se les reconozca como un pueblo. Es una cuestión en la que no han cesado de debatirse desde que los primeros sionistas comenzaron a infiltrarse en Palestina, demostrando su propia “valía” en controlar la tierra y dominarla, utilizando estrategias coloniales para acreditar su competencia, mientras llevan a cabo un proceso constante de vaciamiento y neutralización de todo aquello que pudiera probar que el palestino es competente y digno de administrar sus propios asuntos.
Se trata, en esencia, de una cuestión ligada a la herencia colonial en su conjunto, pues siempre ha recaído sobre los pueblos originarios la obligación de esforzarse, con ahínco, para demostrar su capacidad y su aptitud para asimilar las estructuras, herramientas, e incluso los criterios y valores del colonizador. Todo esto se dio, fundamentalmente, a través de la imposición de los valores de la “superioridad” y de la “diferencia” entre los pueblos, lo que permitía al colonizador, en virtud de esa supuesta superioridad, otorgarse así mismo un presunto derecho incuestionable de gobernar.
Mientras se impone un nuevo modelo de gobierno en Gaza, resulta sumamente difícil comprender su verdadera naturaleza
En general, este ha sido el modelo colonial, que continúa aplicándose en la actualidad, pero que busca al mismo tiempo reinventarse y probarse. Mientras se impone un nuevo modelo de gobierno en Gaza, es difícil comprender su verdadera naturaleza, pese a todas las declaraciones, esquemas y explicaciones que lo acompañan, incluso si pretendemos entenderlo. Entre la administración militar establecida para operar desde el asentamiento Israeli de Kiryat Gat, la administración civil que se proyecta operar desde Al-Arish en Egipto, el gobierno tecnocrático palestino en la Franja de Gaza, además de los intentos de la Autoridad Palestina en Cisjordania de encontrar su propio hueco dentro de este modelo, y los esfuerzos de los servicios de inteligencia para establecer y esclarecer una amalgama de competencias, responsabilidades y medidas de supervisión entre todos estos brazos de poder, no existe una estructura política clara. Parece más bien una telaraña de brazos superpuestos e interconectados, donde el modelo de gobierno resulta, claramente, indefinible. Se trata de un modelo completamente nuevo, que no se asemeja ni al mandato, ni al protectorado, ni a la tutela, ni al colonialismo directo, sino una mezcla de todos ellos. Quizá Gaza se haya convertido en un laboratorio donde se experimenta con esta forma híbrida de colonialismo, que combina diversos métodos de dominación.
Si este modelo confuso y nebuloso refleja alguna verdad, es la verdad del palestino en general, y de los palestinos de Gaza en particular, que ha obligado a la mentalidad colonial a estrellarse contra el muro y sacudirse hasta concebir semejante propuesta. Este laboratorio geopolítico en Gaza, con sus formas inéditas de control, no es una prueba del ingenio colonial, sino más bien una evidencia clara y contundente del fracaso en dominar al palestino. Es una manifestación, ante todo, del fracaso en manejar la tenacidad del palestino en su resistencia, cuya firmeza ha empujado constantemente a la mentalidad colonial hasta el borde de la crisis.
“ Si este modelo confuso y nebuloso refleja alguna verdad, es la verdad del palestino en general, y de los Palestinos de Gaza en particular, que ha obligado a la mentalidad colonial a estrellarse contra el muro y sacudirse hasta concebir semejante propuesta
Este modelo, confuso y vacilante, refleja la impotencia frente a un pueblo que se niega a ser derrotado o a ser gobernado con facilidad. Ninguna forma de control o dominación ha logrado someterlo, pues siempre intenta liberarse de ellas. Y si en algún momento las acepta, no tarda en minarlas y desmantelarlas tanto para sí mismo como para los demás. Hoy, los palestinos siguen intentando asimilar lo sucedido durante dos años enteros de un genocidio sistemático, en un esfuerzo por superarlo. Permitir la aplicación de tal modelo extraño de administraciones y responsabilidades en Gaza no es más que una oportunidad para tomar aliento: si se le pregunta hoy al palestino de Gaza si aceptaría que el diablo lo gobernara, después del infierno que ha vivido, aceptaría, pero sería una aceptación táctica, ante todo, hasta que pueda reunir de nuevo los fragmentos de su espíritu luchador.
Esa es, en definitiva, la fuente primordial y última del mérito palestino: la determinación de neutralizar cualquier forma o modelo de dominación impuesto sobre él, reflejando el más alto grado de conciencia del significado de la lucha y de su horizonte temporal de largo alcance. Cualquier aceptación de un modelo de gestión, de tregua, de arreglo administrativo o de eficacia burocrática, solo puede entenderse dentro del marco de un proceso histórico prolongado basado en una voluntad absoluta de emancipación, que hará de este “laboratorio” una simple estación pasajera en la historia de un pueblo que sigue encontrando su verdadero mérito en su resistencia y en su derecho incuestionable a la libertad.
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Rola Sirhan es una escritora palestina residente en Beirut, directora del medio digital 'al Hadath'
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