Masculinidades, feminismo y cine: "Los hombres tenemos que desaprender todo lo que nos enseñó John Wayne"

'John Wayne que estás en los cielos'.

"Hace muchos años, un buen amigo, cinéfilo empedernido y gran amante del cine clásico norteamericano, me dijo que había aprendido a ser un hombre viendo pelis dirigidas por John Ford o protagonizadas por James Stewart". Este amigo anónimo bien podría ser cualquiera, pero existe y así nos lo cuenta Leticia Dolera, quien añade que, además de valores como la honestidad, la valentía o el compromiso con ciertos ideales masculinos, este buen amigo también aprendió en el cine "que los hombres no lloran ni expresan sus emociones, nunca se dejan vencer por el miedo, no pasan tiempo con sus hijos, casi nunca friegan los platos y son heterosexuales".

Son estas palabras de la actriz y cineasta que conformar el prólogo de John Wayne que estás en los cielos (La moderna, 2022), un conjunto de reseñas sobre películas y series de televisión en las que el autor, Octavio Salazar Benítez (Cabra, 1969), aplica la perspectiva de género para tratar de enfocar cómo se construyen las masculinidades en los imaginarios que nos ofrece el lenguaje audiovisual partiendo de un icono tan reconocible como ese John Wayne vaquero, pistolero, duro, aguerrido, pétreo.

"Al final, todos nos hemos educado con esos referentes y ese imaginario colectivo donde se nos decía lo que significaba ser un hombre de verdad a través de unos estereotipos muy marcados, y donde casi no había salida para otras alternativas. Esa fuerza de la imagen para crear estereotipos ha marcado a muchas generaciones en todo lo que tiene que ver con la masculinidad, y también a las mujeres con los personajes femeninos. Está, claro, John Wayne, pero se pueden poner otros muchos ejemplos de actores que han representado esa masculinidad tradicional del poder, el heroísmo, la rudeza, eso de mostrarse siempre como un tipo duro y no expresar sentimientos", plantea a infoLibre.

También puede ser Don Draper, protagonista de la serie Mad men interpretado por Jon Hamm, que es otro "estereotipo fantástico de esa masculinidad hegemónica", en su caso lejos de las llanuras del salvaje Oeste, si bien el mundo de la publicidad en los años sesenta en Nueva York resultó tener un grado de salvajismo tan selvático o más como los áridos tiroteos contra los indios nativos en Monument Valley. Son múltiples los ejemplos y similares los rasgos independientemente del contexto, pues al final se trata de la identificación de ser hombre con ser el mejor en todo e, incluso, ser todo.

Ese es el análisis crítico que a través del cine y las series busca señalar, analizar y comprender cómo se reproducen determinados modelos "más tradicionales o hegemónicos, y cómo cuesta muchísimo trabajo, aunque ya va habiendo algunas excepciones, encontrar otro tipo de masculinidades en ese tipo de relatos". Porque hay una evolución, claro, acorde a los tiempos pero en absoluto a la misma velocidad, que queda retratada en diferentes tipos de masculinidades: omnipotentes, que miran la feminidad, desmemoriadas, errantes, diversas y otras todavía por venir.

Estas últimas son, precisamente, las masculinidades que para Salazar Benítez serían "deseables" y que poco a poco, de manera "tímida", no sin mucha dificultad, se van "introduciendo en algunos relatos cinematográficos". "Inevitablemente, como tengo puestas esas gafas violetas, acabo viendo cualquier cosa que me llega por una pantalla con esas lentes y termino analizando determinadas costuras que a mí me hacen ver que hay todavía una cultura machista muy consolidada", destaca.

Más ejemplos de lo más diverso de esto último en personajes, personas, cineastas o títulos: Anacleto, Steve Jobs, Woody Allen, El club, El cuento de la criada, Custodia compartida, El buen patrón, Pedro Almodóvar, Primos, Drive my car... Un espectro claramente masculino que, de un tiempo a esta parte, principalmente con los avances tecnológicos y la entrada en nuestras vidas de las plataformas de streaming, se ha abierto para dar cada vez más cabida a la diversidad y a eso que viene a denominarse cine con mirada femenina.

Una leve mejora mientras, por supuesto, sigue habiendo películas, series y relatos donde "se reproducen de manera muy clara los roles y los estereotipos de género", tanto de hombres como de mujeres. Pero, al mismo tiempo, se está produciendo esa incorporación de mujeres a la dirección, la producción o los guiones que se vio claramente en la última edición de los Premios Goya, con "tantas mujeres nominadas y tantas películas poniendo el foco en cuestiones que tradicionalmente no han sido consideradas interesantes ni en el espacio público ni tampoco en el cine, porque interesaban los relatos protagonizados por hombres".

Nos encontramos así con otro tipo de historias, aplaudidas por crítica y público, que anteriormente no tenían cabida, tal y como argumenta Salazar Benítez: "Que una mujer directora nos hable de temas como la maternidad, los cuidados o la corresponsabilidad... esos temas son centrales y no son temas de mujeres. Deberían ser de todos porque son universales y fundamentales en la vida de cualquier persona, lo que pasa es que la cultura machista los ha considerado temas muy secundarios e, insisto, de mujeres. Creo que ahí está habiendo un cambio que de alguna manera a los hombres nos debería estar interpelando y haciendo que nos cuestionáramos cuál es nuestro lugar en el mundo, de qué manera nos relacionamos con las mujeres, nuestras relaciones personales o familiares. Es muy significativo que sean mujeres las que en la mayoría de los casos están aportando esa mirada".

Varios ejemplos. Cinco lobitos es una película "fantástica donde se plantean una serie de cuestiones esenciales para nuestras vidas de mujeres y de hombres, como el papel de cuidadores y cuidadoras, cómo gestionamos los tiempos, qué pasa con las personas mayores, con el cuidado de los hijos". Eso, a juicio del autor, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Córdoba y miembro de la Red Feminista de Derecho Constitucional y del Comité de Expertos del Instituto Europeo de Igualdad de Género, "ahora mismo debería estar en el centro del debate incluso político, porque ahí es donde está uno de los grandes meollos de la desigualdad". "Que eso se traduzca en una película con reconocimiento de crítica y público evidentemente significa que las cosas están cambiando", apostilla.

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En esta línea, cita también el cine que hace Carla Simón, tanto en Alcarrás como en Verano del 93, siendo especialmente interesante en la segunda el personaje interpretado por David Verdaguer de un padre que "no tiene nada que ver con los que tradicionalmente hemos visto en el cine". Y se acuerda de Vida perfecta, serie dirigida y protagonizada por la prologuista de este libro, Leticia Dolera, en la que se retratan las vicisitudes, los anhelos y los miedos de un inesperado padre con discapacidad. "Otro ejemplo de otra masculinidad posible", destaca, remarcando estas aperturas que vienen de la mano de ese incremento de las posibilidades para crear, y que se aprecia, por ejemplo, en la cantidad de directoras, productoras o guionistas, o también directores hombres, que han conseguido a través de las series "hacer determinados productos que hubieran tenido más complicado en el cine".

Tras señalar al cine y a las series como "herramientas pedagógicas muy interesantes", recuerda que, en cualquier caso, queda mucho por avanzar porque la "estructura de poder que es el patriarcado y esa cultura que es el machismo están muy asentadas". Propone por ello cambios legales y políticas públicas, al tiempo que recuerda la importancia de la cultura, que es la que genera "modelos de relacionarnos, imaginarios colectivos, y esos cambios que tienen que ver con nuestras costumbres y nuestra manera de estar en el mundo".

"Y con respecto al 8M y las reivindicaciones del feminismo, creo que una de las claves sería que finalmente los hombres nos demos cuenta de que esta es una cuestión que nos interpela muy directamente porque implica que tenemos que cambiar, transformar nuestra manera de ser y de estar, que tenemos que ser parte corresponsable del cambio que supone el feminismo", afirma, antes de rematar: "Los hombres tendríamos que dirigirnos a otros hombres, trabajar con otros hombres para despertarles esta conciencia, que se pongan las gafas violetas y empiecen a cuestionarse cosas. Pero eso cuesta porque es un proceso en el que los hombres tenemos que desaprender todo lo que nos enseñó el John Wayne de turno, porque ese modelo ya no sirve y es incluso tóxico. Este proceso de desaprendizaje es complicado porque siempre hemos estado en una posición incuestionada y cómoda, y esto nos coloca en una situación incómoda. Y nadie que ha estado en una situación de poder y privilegio renuncia a ella de manera voluntaria y alegre".

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