UN AÑO DE LA DANA
Arquitectos de l'Horta Sud piden asumir el mando para corregir el urbanismo a la deriva que destapó la dana
El pueblo de Massanassa, con 10.300 habitantes, está levantado íntegramente sobre lo que un día era el mar Mediterráneo. También Catarroja, Benetússer, Alfafar… y la ciudad de Valencia. Alrededor de un millón de personas en total. Los geólogos calculan que hace unos 6.000 años comenzó un proceso de sedimentación de la zona debido al arrastre de lodos por la lluvia, hasta que se formó poco a poco una nueva región costera. En los últimos 60 años, ese terreno ganado al mar se ha poblado de manera masiva y descontrolada.
El arquitecto jefe de Massanassa, Jorge Fernández, conoce perfectamente el suelo que pisa cada día, y sabe que todos los habitantes a 40 kilómetros a la redonda se exponen cada año a las riadas, pero lo que ocurrió hace un año no estaba en ninguno de los documentos que han pasado por sus manos en las últimas cuatro décadas. "El Plan de Prevención del Riesgo de Inundación en la Comunitat Valenciana (Patricova) de 2003 nos daba un riesgo de inundación de 20-30 centímetros, con un máximo de 1,2 metros, y en función de esa previsión desarrollamos el urbanismo, pero eso no fue lo que ocurrió en la dana de 2024. La gran trampa del cálculo de los ingenieros es que nadie sabe cuánta agua va a caer, y el cambio climático ha alterado los números", sostiene.
Su municipio se sumergió por completo bajo el agua el 29-O y en algunos puntos la inundación llegó a alcanzar los tres metros de altura. A raíz de esa experiencia, en los siguientes meses Fernández decidió reunir a todos sus colegas de ciudades cercanas para trabajar conjuntamente en un grupo llamado Arquitectos Municipales de l’Horta Sud, que por ahora tiene entre 15 y 20 miembros, apoyados por un abogado. Su objetivo es convencer a la Generalitat para formar lo que podría llamarse una Entidad Metropolitana de Urbanismo, una coalición de técnicos municipales que pueda tomar decisiones rápidas para evitar una nueva catástrofe.
Sin nuevas directrices tras la dana
Rafa Calero, arquitecto y coordinador del área de urbanismo de Picanya, otro de los municipios inundados, es también uno de los impulsores de esta propuesta. "La dana ocurrió hace un año y todavía no se han dado nuevas directrices [desde la Generalitat]. Nosotros queremos hacer cambios, pero somos muy dependientes de la Conselleria de Medioambiente e Infraestructuras, y allí la maquinaria es muy, muy, muy lenta. Incluso para nosotros es a veces imposible concertar una reunión", lamenta el técnico, que tiene casi 30 años de experiencia en esa zona.
El grupo propone sacar una parte importante de las competencias en urbanismo del Gobierno autonómico y transferirlas a este ente formado por los arquitectos, ingenieros y otros especialistas de los pueblos y ciudades de la dana, ya que comparten el problema de los barrancos y están todos pegados unos a otros, y tendría sentido que operasen de manera coordinada desde una misma oficina comarcal. Este sistema ya funciona en sectores como la recogida de basuras o el tratamiento de aguas. Por ejemplo, el Emtre (Entidad Metropolitana de Tratamiento de Residuos) está participado por 45 ayuntamientos de l'Horta Sud.
En todo caso, los técnicos reconocen que ven poco futuro a su idea, ya que supondría quitar competencias y presupuesto a la Conselleria. Por no hablar de que algunos de esos municipios están gobernados por PSOE y Compromís, con una relación pésima con el presidente autonómico, Carlos Mazón, del PP. "No sabemos cuál es su opinión porque no ha habido diálogo, pero entiendo que no les gustará porque supondría una cesión de competencias", afirma el arquitecto de Picanya.
Este grupo de expertos, que tiene el apoyo del Colegio Oficial de Arquitectos de la Comunitat Valenciana, aprovecha por ahora sus reuniones para debatir sobre proyectos que están en marcha en la región. De momento, ha presentado alegaciones al plan del Ministerio de Transición Ecológica para prevenir riadas en Valencia, cuya consulta pública acabó en julio.
Entre sus propuestas destacan dos. La primera sería establecer un sistema de alerta temprana de inundaciones con datos en tiempo real, que no debería ser difícil de implementar porque ya hay herramientas para medir el caudal de los ríos y pluviómetros para la lluvia en tiempo real. "Mejorar los avisos es indispensable porque cualquier medida de ordenación o de infraestructura que se tome, llevará años. Necesitamos tener una respuesta ya", subraya Fernández.
La segunda medida indiscutible debe ser convertir en obligatorias las normativas de seguridad en la edificación en zonas inundables, que ahora son meras recomendaciones, porque si no los arquitectos tienen las manos atadas, opina Calero. "Tenemos muchas y muy buenas guías de urbanismo en zonas inundables, como la del Ministerio de Transición Ecológica, pero hay que ir más allá y que sean exigibles, para que yo pueda justificar mis decisiones. Si ahora me pides una licencia en un territorio inundado, tengo que dártela, porque el marco normativo dice que se tiene que dar", subraya el experto.
En todo caso, los arquitectos municipales de todas estas localidades están tratando de actuar de urgencia con las pocas competencias que tienen. Por ejemplo, el Ayuntamiento de Picanya ha denegado temporalmente los permisos de reconstrucción de Almassereta, una calle que está en la primera línea del barranco del Poyo que recibió de lleno el embiste del agua.
"Esta suspensión es un instrumento temporal para inspeccionar a fondo las viviendas, pero necesitamos una cobertura legal de la Conselleria porque no todos los vecinos están de acuerdo y siempre encuentras resistencia", comenta Calero, quien propuso la medida. Esa calle, que puede verse en la imagen de arriba, tiene las casas desocupadas por orden municipal, salvo la primera de la izquierda, que es segura.
Cada alcalde ha optado por soluciones adaptadas a sus problemas, dentro de las competencias que tiene. Alfafar ha prohibido reconvertir locales comerciales en pisos, una práctica cada vez más común por la falta de vivienda, mientras que Massanassa obliga ahora a que todos los nuevos locales a pie de calle tengan una salida segura en caso de inundación y ya no es posible construir casas a menos de tres metros de altura de la acera. "Es decir, ya no se pueden construir viviendas a pie de calle", subraya Jorge Fernández, el máximo responsable de urbanismo en ese municipio.
Errores de cálculo en el plan de 2003
El problema, destacan los dos arquitectos, es que la inmensa mayoría del territorio de l'Horta Sud se edificó entre los años 60 y 90, y el conocimiento sobre las inundaciones era extremadamente limitado. Se sabía que era peligroso, porque en 1957 y en 1973 hubo dos fortísimas riadas, y en los últimos ocho siglos hay catalogadas al menos 50 crecidas del Turia, once de ellas catastróficas, pero no había estudios precisos calle a calle.
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En 2003 se elaboró el primer Patricova, pero incluía unos cálculos de riesgo de inundaciones ridículos en comparación con el peligro real y ese error atrasó en más de una década la toma de decisiones acertadas. Ese plan fue actualizado en 2015, y en 2016 el Ministerio de Transición Ecológica publicó los primeros Planes de Gestión del Riesgo de Inundación, con mapas actualizados que se acercaron a lo que fue la riada de 2024. Sin embargo, apuntan los arquitectos municipales, para entonces ya era demasiado tarde.
"Todo Paiporta, por ejemplo, está ahora sobre una zona inundable", recuerda Calero. "¿Qué hacemos? No podemos fundar Nueva Paiporta. Tendremos que incentivar que no se reconstruya en zonas de alto riesgo, pero sobre todo tenemos que adaptarnos para que la gran mayoría de la población viva de manera segura", dice también.
A la mala previsión de las últimas décadas se unen los registros exagerados de lluvias de aquel día. Un estudio publicado esta semana por la Universidad Politécnica de Cataluña calcula que el 29 de octubre de 2024 cayeron 2.000 hectómetros en la cuenca del Júcar. Si metiésemos esa cantidad de agua en un embalse, sería el cuarto más grande de España, lo que da una idea del escenario salvaje que se vivió.