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El PSOE se lanza a convencer a Sánchez para que continúe y prepara una gran movilización en Ferraz

Buzón de Voz

¡Hartura de tacticismos!

Ya está en marcha la cuenta atrás para el intento de investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno y empieza a resultar más que preocupante el exceso de tonterías que tenemos que escuchar todos los días. Disculpen la crudeza, pero es que sobran motivos para que las fuerzas progresistas dejen de marear cada cual su perdiz y den pasos valientes para conformar un Gobierno y un programa de prioridades legislativas que respondan a los grandes retos de este cambio de época al que asistimos instalados (por el momento y desde 2016) en un bloqueo político inaceptable.

Permítanme unos apuntes personales que someto (obviamente) a todas las discrepancias, pero que considero una especie de mínimos de sensatez imprescindibles para que esa mayoría social que el 28 de abril se pronunció en las urnas contra la amenaza de regresión no caiga de nuevo en la impotencia, el hartazgo o la frustración.

 

  • El PSOE ganó claramente las elecciones por la movilización masiva ante el riesgo de involución democrática, porque la aparición de Vox fraccionó el voto de derechas como nunca había ocurrido y porque consiguió atraer como “voto útil” a una parte considerable del electorado perdido por Podemos. Por mucho que circule como ‘raca-raca’ demoscópico y mediático que una repetición de elecciones en otoño beneficiaría fundamentalmente al PSOE y al PP, esa opción equivaldría para Pedro Sánchez a jugar a la ruleta rusa, con muchas posibilidades de ganar, sí, pero muy difícilmente de sumar mayoría suficiente ante la previsible desmovilización del electorado progresista (a mi juicio mucho mayor que la que admiten esos mismos augurios).

 

  • No debería perder el PSOE un minuto más en “sondear” la posibilidad de que PP o Ciudadanos o ambos se planteen generosamente una abstención que permita la investidura de Sánchez. Ni siquiera debe hacerlo como táctica de presión para retratar las contradicciones hipócritas de esos partidos en su teoría y práctica de la razón de Estado, sólo aplicable cuando les beneficia a ellos. No es hora de tacticismos sino precisamente de altura política. Si Sánchez quiere demostrarla, con lo que debe ser coherente es con los principios que le devolvieron el liderazgo socialista y no con intereses coyunturales y cortoplacistas. Porque una vez investido gracias a la abstención de Ciudadanos, por ejemplo, ¿qué políticas fiscales, territoriales o sobre desigualdad o inmigración podría acordar con Rivera? ¿Cree posible ser investido por los naranjas para luego legislar con los morados?

 

  • Es hora de dejar de caer permanentemente en la trampa dialéctica de las derechas y sus plataformas mediáticas, que consideran aceptable, lógico o simplemente inevitable que PP y Ciudadanos pacten con una fuerza claramente anticonstitucional como Vox para hacerse con el poder en todos aquellos lugares donde la suma funciona, al tiempo que acusan al PSOE de mantener pactos ocultos con el independentismo y, aunque no haya una sola prueba de tal cosa sino más bien de lo contrario, deciden que tanto PSOE como, por supuesto, Unidas Podemos y sus aliados (como Ada Colau en Cataluña) son directamente “inconstitucionales” y enemigos de España.

 

  • ¿Hasta cuándo hay que soportar la anomalía de considerar apestados en el Congreso a 26 representantes de millones de catalanes y vascos? Sus votos (los de ERC, JuntsperCat o EH-Bildu) tienen exactamente la misma legitimidad democrática que los del resto de partidos legales del arco parlamentario, que ya incluye a Vox. ¿Con qué autoridad deciden Casado y Rivera que es más “respetable” quien defiende cargarse el Estado autonómico para volver a la España (que no existía, por cierto) de la Reconquista que quien defiende la independencia de un territorio?

 

  • Todas las personas, y todos los representantes de la ciudadanía, son igualmente respetables. Otra cosa serán sus ideas o sus propuestas. Empieza a extenderse (intuyo) cierto hartazgo sobre los “quiénes” de los pactos postelectorales, y urge poner los focos en los “qués” de esos pactosquiénesqués. Me importa un bledo que quienes han firmado acuerdos de gobierno en Madrid se llamen Martínez Almeida, Ortega Smith o Begoña Villacís. Lo que me importa, y mucho, es que pretenden cargarse Madrid Central pese a las evidencias de que esa iniciativa reduce la contaminación que sufrimos (y provocamos) los madrileños (ver aquí). Lo que me preocupa, y mucho, es que lo primero que han hecho nada más ocupar sus despachos es retirar las pancartas contra la violencia machista o en favor de los refugiados (ver aquí). Lo que me indigna, y mucho, es que el PP tenga la desfachatez de firmar (ver aquí) un documento de compromisos con Ciudadanos y otro distinto y contradictorio con Vox, y que Ciudadanos siga jugando a ignorar que la inmensa mayoría de las parcelas de poder que está ocupando se las debe a Vox, como ha hecho ya en Andalucía firmando unos Presupuestos que incluyen partidas sobre una “violencia intrafamiliar” contra la que ya se lucha y cuyas víctimas, por cierto, son en un 85% también mujeres. Con el único objetivo de difuminar la evidencia de una violencia machista que se ha cobrado (oficialmente) mil víctimas mortales desde 2003. ¿Qué dirá exactamente ese documento firmado por PP y Vox para la Comunidad de Madrid que a esta hora mantienen en secreto? ¿Han visto ustedes alguna mínima discrepancia entre los tres de Colón sobre los asuntos de la economía? Ni una: en todo lo que sea favorecer a las rentas más altas, a las grandes fortunas, a la privatización de lo público, a los grandes negocios especulativos… ahí actúan como una unidad de destino en lo universal (y en lo particular).

 

  • Son respetables y comprensibles los argumentos de Pedro Sánchez y de Pablo Iglesias para que el primero defienda un gobierno ‘a la portuguesa’, en solitario, y el segundo un Ejecutivo ‘a la valenciana’, de coalición. También son discutibles. De hecho uno ve más riesgos para Sánchez en el gobierno en solitario que los que el PSOE calcula y más desgaste para Iglesias a medio plazo que el que Podemos valora en uno de coalición. (Pero esa es otra historia que habrá oportunidad de abordar). Lo difícilmente discutible es que esa “geometría variable” a la que aspira Sánchez será mucho más estable y sólida partiendo de un acuerdo programático que sume 165 escaños con Unidas Podemos que desde los 123 del PSOE. Son matemáticas. La probabilidad de lograr diez votos más (para una investidura o para la aprobación de leyes) es mayor que la de conseguir 52. Por lo demás, considerar que los gobiernos de coalición son por definición más inestables que otras fórmulas de gobierno es un tópico que la experiencia autonómica y europea desmiente (ver aquí).

 

  • Mientras Sánchez e Iglesias sostienen su pulso para definir en qué consiste exactamente un gobierno “de cooperación” o si Podemos debe tener ministerios, secretarías de Estado o Altos Comisionados, urge a mi juicio conocer las prioridades legislativas y ejecutivas para los próximos cuatro años. Sobre la reforma laboral, sobre la reforma de las pensiones, sobre justicia fiscal, sobre emergencia climática, sobre lucha contra la desigualdad, sobre propuestas para desbloquear la crisis constitucional abierta desde Cataluña. Sostiene Sánchez, con razón, que hay que tener en cuenta que con los 165 escaños señalados no hay mayoría suficiente. Así es. ¿Y por qué no poner sobre la mesa una base programática acordada con Podemos, centrada en esas y algunas prioridades más para comprobar, para empezar, si logra apoyos suficientes para una investidura en segunda votación? Si partimos de la base explicada de que resulta inaceptable en democracia considerar como apestados a los representantes de ninguna otra fuerza legal, serán de entrada PNV, ERC, JuntsxCat o EH-Bildu (porque Compromís y el partido regionalista cántabro de Revilla ya han mostrado su disposición favorable) quienes deberán decidir si rechazan un gobierno de Sánchez y están dispuestos a una repetición de elecciones que facilitaría la posibilidad de un Ejecutivo de los tres de Colón.

 

  • ¿Cuál es el problema? ¿Que desde la derecha y sus altavoces van a decir que Sánchez gobierna gracias a los que quieren romper España? ¡Lo vienen diciendo desde antes de que ETA renunciara a las armas! Habrá que entrar de una vez por todas en un debate público que avergüence a quienes manipulan la realidad en nombre de España y en perjuicio de los españoles. Tanto el PSOE como Unidas Podemos son contrarios al independentismo unilateralista. Mantienen diferencias respecto al llamado “derecho a decidir”, pero ambas formaciones saben que una mayoría amplísima en todo el Estado y una mayoría más exigua (pero mayoría aún) en Cataluña están a favor de compartir el mismo Estado y de abordar soluciones dialogadas en un sentido federalista y no rupturista. Es bastante obvio lo que un gobierno que se sostenga en una “geometría variable” puede o no puede negociar con sus socios o simplemente apoyos. ¿O acaso es imprescindible estar de acuerdo en el modelo territorial para apoyar una reforma que garantice unas pensiones públicas dignas? Insisto: de hecho no es imprescindible negociar absolutamente nada para la investidura. Sí lo sería para mantener la acción de gobierno durante los próximos cuatro años.

A riesgo de resultar pesado, lo más peligroso en estos tiempos de multipartidismo es el empeño de sectores políticos, económicos y mediáticos en actuar como si el bipartidismo fuera resucitableresucitable, como si los cambios sociales, generacionales, demográficos y hasta de exigencia ética que provocaron el surgimiento de nuevos partidos tuvieran marcha atrás. Sustituir el bipartidismo por el bibloquismo sería un error mayúsculo que cada partido pagaría en un grado difícil de calcular, pero que las izquierdas acepten una vez más el marco impuesto desde esos mismos sectores para demonizar toda opción de gobierno que no pase a corto o medio plazo por el trío de Colón o por un nuevo “abrazo” entre Sánchez y Riveratrío de Colón sería la defunción de las fuerzas progresistas para muchísimo tiempo.

Con todos mis respetos a Pedro Sánchez, a Pablo Iglesias y a quienes se dedican a aconsejarles, lean a Ignacio Sánchez-Cuenca (ver aquí): “Si el político se deja llevar por el regate corto y por los mensajes enlatados que le proporcionan sus asesores, no debería extrañarse de que su valoración se hunda. Aunque los asesores estén convencidos de que los ciudadanos somos idiotas, no somos tan idiotas”tan. Miren por encima de la pared de las siguientes elecciones o del siguiente Vistalegre, porque si no lo hacen correrán el riesgo de estrellarse definitivamente, justo cuando más audaces en la táctica hayan creído ser.

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