Llevo días esperando una llamada. Como muchos de nosotros. Quizás, tú que me lees ahora, también la estés esperando o la recibas en estos días o la hayas recibido ya. Y entenderás mi emoción, seguramente tan fuerte como la tuya.
Con Julia no ha habido desencanto, al contrario, porque ahora sé que fuera del micrófono suena igual que frente a él. Porque ella es como es, no hace de otra.
Esta frase maravillosa no es mía. Tendría que nacer yo siete veces para llegar a encadenar cinco palabras que encerraran el uno por ciento de lo que esta frase encierra, o, mejor dicho, de lo que abre…
Todos tenemos trazas del virus. Los que nos hemos contagiado y los que no lo hemos tenido dentro del cuerpo. Los que hemos perdido a alguien querido. Los que, de momento, podemos vivir con los nuestros.
Vivimos en tiempos “virtuales”, tratamos de atrapar con la tecnología lo que no nos atrevemos a que nos entre por la piel hasta el corazón. Pintamos la felicidad con filtros de Instagram, nos reafirmamos con likes y nos reforzamos con follows.
“¿Si pudierais huir hoy a algún lugar en el mundo, cuál sería?”, fue mi pregunta. “A un abrazo”, dijo alguien y lo dijo todo.
Colarse en esa fila por delante de quienes van antes es un gesto ruin, desalmado y egoísta que no se justifica de ningún modo.
Yo ahora no quiero bajarme del mundo, en realidad deseo que se vuelva a poner al ritmo de antes, para poder hacer cosas simples, como abrazar a mi madre, pasear sin mascarilla, celebrar con mis amigos sin medir la distancia y volver a dormir sin pensar en paro, miedo y muertos.
No ha entendido nada. Ella cree que puede acceder por la fuerza a impedir que se ratifique la voluntad electoral de todo un país, como el que va a un musical. Y que tal hecho no tiene consecuencias.
Yo he aprendido que este año no habría sido tan terrible si solo me hubiera fallado a mí. Y ese aprendizaje vital voy a salvarlo.
¿Cómo va a ser un drama posponer la reunión justo para evitar la enfermedad y la muerte? ¿Cómo va a ser una tragedia posponer la fiesta hasta poder celebrarla?
No, no somos todos iguales. El mundo se divide entre los que piensan en los demás y los que solo piensan en ellos mismos. No hay más.
Un eurodiputado húngaro ultra y homófobo se apunta a una orgía gay en Bruselas y lo trinca la poli bajando por la canaleta desde el tejado. ¿Cómo se titula la película? “Caray con el de Orbán, que se apunta a una gang bang”.
En estos días pandemoníacos, de ánimos encendidos y gel hidroalcohólico a flor de piel, hay algunas reacciones tan encabronadas que resultan cómicas.
La pandemia nos pone continuamente en la intersección de dos caminos: salud o economía. Son dos caminos que no llevan a Belén, ni sabemos a dónde nos llevan…
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