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INVESTIGACIÓN

El serbio que apuñaló a un gaditano en una lancha con piloto gallego y otras gestas del nuevo narco del Estrecho

Una de las narcolanchas de Sergio A. M., alias 'El Bola', el capo del Campo de Gibraltar que vivía en Lisboa.

Víctor Méndez (Narcodiario)

Dos gallegos, un gaditano y un serbio comparten narcolancha cerca de la costa de Matalascañas, en Huelva. Propulsada por cuatro motores fueraborda, transporta más de 600 kilos de cocaína perfectamente empaquetados, probablemente lanzados desde un mercante de ruta regular y recogidos por la planeadora, que pretende acercar la valiosa mercancía a tierra. A plena luz del día. Acaba de empezar el mes de abril y no hay un alma en la playa. Pero sus planes los trastocan un helicóptero y una patrullera de la Guardia Civil que les salen al paso. En el arenal aparece también un todoterreno, del que se apean varios agentes.

Acorralados, los gallegos y el gaditano resuelven arrojar los fardos por la borda, lo que debería permitirles ganar velocidad y escapar. Pero el serbio, que actúa como notario de los dueños de la droga para asegurar su entrega, se opone y saca un cuchillo con el que ataca al de Cádiz. El forcejeo termina con el serbio en el agua… y detenido por la Guardia Civil. Los agentes lo sacaron del mar al mismo tiempo que los paquetes de cocaína que había intentado salvar.

Los agentes no saben si los tres españoles hicieron frente al notario y lo tiraron por la borda o si fue el propio serbio quien se lanzó al agua tras perder la pelea, pero lo cierto es que tanto unos como el otro han terminado en prisión. Aunque los dos gallegos se mantuvieron en el mar durante unos días antes de regresar a Galicia, fueron finalmente detenidos y comparecieron en los juzgados de Caldas de Reis y Cambados (Pontevedra), desde donde fueron enviados a la cárcel de A Lama.

Todos ellos trabajaban para la organización que fue desmantelada el pasado martes en la Operación Grajuela. Según destaca el Ministerio del Interior, se trata de la mayor organización de lancheros del Estrecho de Gibraltar. Liderada por un narco histórico huido de la justicia y residente en una urbanización de lujo a las afueras de Lisboa, Sergio A. M., alias El Bola, tenía su base en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) y es la misma que la Policía Nacional y la Guardia Civil sitúan detrás de un narcosubmarino que fue abandonado, también en aguas del Atlántico próximas a Huelva, en mayo de 2023, con seis toneladas de cocaína procedentes de Sudamérica.

Era el segundo sumergible con droga que, tras cruzar el Atlántico, aparecía en aguas españolas en sólo dos meses. En marzo, el Poseidón fue hallado en Vilaxoán, en la Ría de Arousa, pero sin las cinco toneladas que había transportado desde Brasil. Ambas narconaves, la arribada a Galicia y la de Huelva, además, compartían notario, un colombiano que fue identificado por las fuerzas de seguridad en las dos zonas de descarga. Desde principios de este mes se encuentra en busca y captura internacional.

Con el hallado en Huelva, son ya cinco los narcosubmarinos de cuya existencia tienen constancia la Policía Nacional y la Guardia Civil. El primero se encontró en 2006, tenía sólo 12 metros de eslora, apenas podía transportar una tonelada de droga y había sido construido, de forma casi artesanal, en Vigo. Debería haber servido para alijar hasta la costa la droga transportada en barco desde Sudamérica hasta aguas gallegas. El segundo fue el Che, el primer semisumergible transatlántico capturado en Europa, en noviembre de 2019. De 20 metros de eslora, llevaba tres toneladas de cocaína, que fueron decomisadas en la Ría de Aldán (Pontevedra). Dos años después, la policía halló el tercero, en el interior de una nave de Málaga, donde había sido construido. El Poseidón fue el cuarto; el quinto, el localizado dos meses más tarde en Huelva.

Lancheros de la ría al hachís

Esta red de relaciones desvela los cambios que ha acometido el narcocrimen en España en los últimos años y su gran capacidad para adaptarse. La cooperación internacional viene de antiguo, desde Colombia hasta los Balcanes, pero, además, se han producido otros movimientos locales que dan idea de la flexibilidad laboral y operativa del sector.

Los lancheros gallegos, curtidos en el pilotaje de planeadoras con hasta cinco motores y driblando bateas de noche en las rías, están ahora en nómina de los narcos andaluces. Un trabajo, en principio, más fácil y muy bien pagado. Uno de los pilotos detenidos por la descarga frustrada de Matalascañas es un lanchero de Barro (Pontevedra) conocido como O Rubio, y el otro es natural de Cambados.

Pero hace ya dos años fue capturado uno de O Grove, Francisco Javier Otero Magdalena. Su planeadora fue embestida desde detrás por una embarcación de la Guardia Civil, lo que causó la muerte de otro narco de La Línea de la Concepción que viajaba con él. Otero Magdalena fue rescatado, detenido e imputado por un delito de contrabando: no había droga en la lancha. “Los gallegos están modificando sus rutas y cada vez alternan más el tráfico de cocaína con el de hachís”, explica Santos Bernal, jefe antidroga de la Policía Nacional en Andalucía.

Construcción naval

Además, los narcos han empezado a dedicarse a la construcción naval. Este mismo jueves, la Agencia Tributaria y la Guardia Civil, junto con la Policía Judiciaria de Braga (Portugal), desarticularon una organización que vendía motores fueraborda y construía narcolanchas para los narcos del Estrecho. También blanqueaban dinero procedente del tráfico de droga. La Operación Vodka, que ha implicado a un centenar de agentes, ha terminado con seis detenciones en Ourense y Pontevedra y la declaración de otras cinco personas en calidad de investigados.

El dinero de la droga se empleaba en construir las narcolanchas, que desde el norte de Portugal, donde se montaban los motores, se enviaban al Estrecho. Allí las embarcaciones eran utilizadas no sólo para el narcotráfico, sino también para el transporte ilegal de migrantes desde el norte de África. Los responsables de la organización vivían en Ourense, donde se llevaron a cabo tres detenciones, pero fue en Valença do Minho, en Portugal, donde la policía se incautó de ocho lanchas, 25 motores de gran cilindrada, radares y todo tipo de material náutico.

A diferencia de España, en Portugal no es delito la construcción de planeadoras. Hay que acreditar que se van a emplear para el tráfico de drogas. El Código Penal español, en cambio, considera un delito de contrabando, castigado con penas de prisión de uno a cinco años, el simple hecho de construir, importar, exportar o pilotar una de estas planeadoras superrápidas.

De Huelva a Málaga

El negocio ha extendido su ámbito geográfico. Las operaciones en Huelva lo prueban. También la aparición de una docena de narcolanchas abarloadas frente a Manilva, en Málaga, hace sólo unos días. Algunas de ellas amagaron con embestir a las patrullas de la Guardia Civil que se les acercaron, en lo que casi se temió una repetición del ataque que mató a dos guardias civiles en Barbate el pasado febrero.

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Si la última memoria de la Fiscalía advertía del aumento de las incautaciones de hachís en esta provincia limítrofe con Portugal, hasta el punto de que sólo se han llevado a cabo más en Cádiz, también han saltado las alarmas por las entradas de cocaína. En diciembre de 2023, la Guardia Civil intervino más de 300 kilos del polvo blanco en Punta Umbría tras detener a tres personas. A la inversa, si los gallegos solían ser los reyes de la fariña, ahora tampoco les importa transportar hachís en el sur. En 2022, la policía atribuyó a un clan de O Salnés una descarga fallida de esta resina en Punta Umbría.

De hecho, la banda de El Bola tenía su base a medio camino entre Cádiz y Huelva, en Sanlúcar de Barrameda, a sólo 30 kilómetros por la costa de Matalascañas. De allí son sus dos lugaternientes detenidos y allí contaba con una “nutrida red de colaboradores”. En Sanlúcar tenía su base de operaciones y un buen número de pequeñas embarcaciones, incluidos pesqueros, con los que suministraban a sus lanchas gasolina y víveres. Porque la casi decena de planeadoras que les fueron incautas estaban siempre en el agua, con sus respectivas tripulaciones.

En realidad, los narcos no han inventado nada. Es la misma operativa que siguen, por ejemplo, los pesqueros piratas, aquellos que faenan sin licencia o en zonas donde está prohibida la captura de determinadas especies: como las autoridades marítimas de todo el mundo están alertadas de su actividad clandestina y conocen su bandera y matrícula, jamás tocan puerto y son abastecidos por otras naves, repostan combustible o descargan la pesca en otros barcos, éstos sí, legales. Algunos, incluso pertenecen al mismo armador.

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